¿Qué tiene un libro que se vende por millones en Estados Unidos y que en España ya va por la 38ª edición desde 1994 hasta 1999? En la contraportada se dice que es una «fantasía adulta que simboliza nuestra ascensión por la montaña de la vida», y se recomienda a quien necesite que le recuerden la importancia de amarse a sí mismo, quien quiera de verdad saber «que la vida es buena, que eres amor, que eres maravilloso y que todo está bien». Pero, quien no se deje desanimar por esa información y lea el libro, encontrará un relato algo inconsistente de fondo pero bien armado, en el que, con un suave y jugoso humor irónico, se hacen certeras observaciones sobre la conducta humana.
El protagonista es un ejemplar caballero medieval que cuando no estaba «luchando en una batalla, matando dragones o rescatando damiselas, estaba ocupado probándose su armadura y admirando su brillo». Pero llega un momento en que no puede quitarse ya nunca la armadura y va en busca de Merlín, quien le dice que los hombres nacemos «hermosos, inocentes y perfectos», nadie diría que ha vivido tanto, y le manda que siga el difícil Sendero de la Verdad. Después de distintas pruebas, en la última es animado a dejar de aferrarse a lo conocido y confiar: «¿Que confíe en quién?», replica el caballero. «¡No es un quién sino un qué!», le dicen. «¿Un qué?», pregunta el caballero. «Sí. La vida, la fuerza, el universo, Dios, como quieras llamarlo»… Pero también los que no son panteístas bienintencionados pueden encontrar en El Caballero de la Armadura Oxidada ideas útiles acerca de cuestiones tales como la necesidad de una verdadera sinceridad con uno mismo y los demás, o de la importancia del dolor y del arrepentimiento.