Anthony Berkeley (1893-1971) fue uno de los grandes escritores de novelas de intriga y misterio ingleses, junto a Conan Doyle, Agatha Christie, G.K. Chesterton Dorothy L. Sayers y Edmund Crispin, entre otros. Quizás sea menos conocido que los anteriores, pues –aunque en su momento fue un autor muy popular– sus novelas son más complejas e intelectuales, y menos asequibles para los lectores que en los libros de este tipo solo buscan acción. Su sentido de la ironía, su escritura culta, la forma de plantear los casos y, sobre todo, la manera redonda de resolverlos, hacen de él un verdadero maestro del género. Su creación más original fueron las novelas de intriga, doce en total, protagonizadas por el detective Roger Sheringham.
En El caso de los bombones envenenados, novela de 1929 que ahora recupera Who, una editorial especializada en literatura policiaca, Sheringham es el presidente electo del llamado Círculo del Crimen, integrado por seis investigadores aficionados: cuatro escritores, un abogado famoso y “un hombrecillo amable de aspecto normal” que no sabe cómo es que le han permitido estar entre aquellas celebridades. La novela comienza con una reunión del grupo a la que también ha sido invitado Moresby, inspector jefe de Scotland Yard, quien les plantea un caso que la policía no ha sido capaz de resolver.
Sheringham propone al grupo que cada uno investigue por su cuenta y emplaza a todos al cabo de una semana para que aporten sus conclusiones. A partir de ahí, cada capítulo es la investigación y la solución que plantea cada miembro del Círculo del Crimen. Aunque todas las soluciones son ingeniosas y casi todas satisfactorias, hay que llegar hasta el final para saber con claridad quién es el asesino. Y no solo eso: a lo largo de las intervenciones hay un agudo estudio psicológico sobre el criminal que se busca y, también, sobre cómo deben escribirse novelas policíacas.
El método elegido por Berkeley es singular y original. Y aunque en la novela no hay propiamente suspense, lo más importante es el reto que el autor lanza a los lectores para que ellos se planteen también, con los datos que tienen, quién puede ser el asesino. Sorprendente.
(Versión actualizada de la reseña, publicada el 6-03-2012, de la edición de Lumen con traducción de Miguel Temprano García)