Ediciones B. Barcelona (2004). 251 págs. 19,50 €.Traducción: Teresa Snajer.
Hoy sorprende que la novela de un Premio Nobel atrape y se lea de un tirón, pues parece que entre las condiciones para merecer el galardón se encuentran un experimentalismo técnico y una temática amargamente nihilista que dificulten el acercamiento del lector común. Bromas aparte, esta novela del Nobel de 1978, Isaac Bashevis Singer (1904-1991), es un relato apasionante que combina la honda reflexión, la evocación autobiográfica, la recreación histórica y una fluidez narrativa excepcional. El autor judío comenzó en Varsovia su carrera de escritor durante el periodo de entreguerras, y salvó su vida emigrando a EE.UU. en 1935, donde permaneció hasta su muerte.
Autor prolífico, la frontera entre sus novelas y sus libros de memorias no está muy clara, pues sus obras de ficción suelen basarse muy verosímilmente en experiencias de juventud, y por otro lado posee la capacidad de contar sus experiencias con el ritmo y la imaginación propias del arte novelesco. Sus obras reflejan además la creencia en un cierto determinismo que rige la vida humana, a merced siempre de las pasiones y de una especie de azar incontrolable.
A primera vista, se trata de una novela de iniciación y adolescencia: David Bendiger, un joven judío, llega a Varsovia sin dinero, sin alojamiento y con la aspiración de convertirse en escritor. Allí se entera por una conocida, Sonia, de que le ha sido concedido un certificado de emigración para Palestina. David no cuenta con recursos económicos para costearse el pasaje pero encuentra a una mujer, Minna, que también quiere ir allí y ambos formalizan un matrimonio ficticio como truco para que un único certificado cubra el traslado de ambos. Mientras duran los trámites del pasaporte, David se aloja en la casa de huéspedes que regenta otra mujer, Edusha. Sonia, que trabaja de criada, se mueve entre la huida hacia la modernidad o el refugio en su clase tradicional. Minna, hija instruida de judíos ricos, elige la asimilación renegando de sus raíces semitas. Edusha ha sido atraida en cambio, por el comunismo.
Tenemos, pues, un joven tímido pero con abundantes lecturas filosóficas y literarias que trabará relaciones con tres mujeres mayores que él, judías como él, pertenecientes a clases con idiosincrasias distintas pero tendentes al mismo fin: la liberación de la restrictiva moral judía pero sin pasar por una nueva fundamentación moral y económica, sino saltando directamente a la promiscuidad. La novela recoge así toda la desorientación de un mundo en el que han caído los valores burgueses sin ser suplantados por otros válidos. Se advierte a la vez el horror del antisemitismo creciente y el dolor del joven aún inmaduro que, enamorado de tres mujeres, observa cómo éstas van autodestruyéndose por sus utópicas fantasías de liberación y comprueba las consecuencias del libertinaje y el aguijón de la soledad final.
Por la claridad del estilo, el convincente realismo con que se refleja una situación histórica tan dramática, y, sobre todo, por la conmovedora humanidad de la peripecia interior del protagonista, inmerso en dudas religiosas, políticas y existenciales, El certificado constituye una excelente lectura.
Jorge Bustos Táuler