Estamos ante un ensayo desde luego original: autobiográfico en buena medida, expone cómo una intuición se convirtió en el centro de las preocupaciones y de la vida profesional del autor. Ameno, incluso divertido en algunas ocasiones, irónico en otras, siempre polémico. Nassim Nicholas Taleb, de origen libanés, profesionalmente trader de opciones en la bolsa americana, matemático y analista, es a menudo provocador y nunca aburrido. Leído tras el colapso financiero actual, resulta aun más interesante, pues anunciaba algo similar, y en concreto el hundimiento del gigante hipotecario Fannie Mae.
¿Son blancos los cisnes? Hasta que se descubrió un cisne de color negro en Australia la convicción de que todos los cisnes eran blancos fue una creencia irrefutable. “Este hecho ilustra una grave limitación de nuestro aprendizaje a partir de la observación o de la experiencia, y la fragilidad de nuestro conocimiento. Una sola observación puede invalidar una afirmación generalizada derivada de milenios de visiones confirmatorias de millones de cisnes blancos”. Define así como “Cisne Negro” aquellos sucesos altamente improbables caracterizados por tres atributos: primero, su rareza; segundo, produce un impacto tremendo; tercero, la naturaleza humana hace que inventemos explicaciones de su existencia después del hecho, con lo que se hace explicable y predecible.
Al ser hechos poco predecibles, tendemos a actuar como si no existiesen; por ello “lo sorprendente no es la magnitud de nuestros errores de predicción, sino la falta de conciencia que tenemos de ellos”. “Nuestra mente es una magnífica máquina de explicación, capaz de dar sentido a casi todo, pero incapaz de aceptar la idea de impredecibilidad”. La certeza de la indeterminación de la historia le sirve a Taleb para definir un marco de actuación, al analizar aquellas situaciones donde las consecuencias favorables sean mucho mayores que las desfavorables. Se trata de lo que denomina “resultados asimétricos: nunca llegaremos a conocer lo desconocido ya que, por definición, es desconocido. Sin embargo, siempre puedo imaginar como podría afectarme, y sobre este hecho debería basar mis decisiones”.
Hay varios campos en los que la aplicación de los Cisnes Negros resulta especialmente llamativa, como cuando se refiere al análisis económico neoclásico y su explicación de cómo la racionalidad, convertida en una camisa de fuerza, lleva a los economistas ortodoxos a ignorar el hecho de que las personas puedan preferir algo más que maximizar sus intereses económicos. Tampoco deja indiferente su enfoque sobre nuestro modo de entender el mundo como resultado del análisis histórico. Pretendemos comprender un mundo que es mucho más complejo y aleatorio de lo que creemos, y ello nos conduce a una especia de distorsión retrospectiva, por lo que la historia parece más clara y organizada en los libros que en la realidad empírica.
Describe la probabilidad como un arte, e hija del escepticismo. “Antes de que el pensamiento occidental se ahogara en su mentalidad científica, lo que con arrogancia se llama la Ilustración, las personas preparaban su cerebro para que pensara, no para que computara”. Y esto tiene aplicaciones muy prácticas, como la titulada “arbitrariedad de las categorías”. Es el caso de los que están a favor del aborto pero se oponen a la pena de muerte, y de quienes prefieren la libertad sexual pero están en contra de la libertad económica individual. “Me irritan muy a menudo -afirma en este contexto el autor- aquellos que atacan al obispo pero de algún modo confían en el analista de inversiones, aquellos que ejercen su escepticismo contra la religión pero no contra los economistas, los científicos sociales y los falsos estadísticos”.
No me resisto a una última cita, que quizás puede resumir esta obra: “Dado que la conciencia del Cisne Negro nos puede conducir al retraimiento y al escepticismo extremo, voy a tomar aquí el sentido opuesto. Mi interés reside en las acciones y el empirismo auténtico. Por ello este libro no es obra de un sufí místico, ni de un escéptico en el sentido antiguo y medieval, ni siquiera en el sentido filosófico, sino de un profesional cuyo objetivo principal es no ser imbécil en cosas que importan, y punto”.