Con este libro Chesterton estrenó su carrera como autor de relatos policiacos presentando seis casos singulares. El narrador es Charlie Swinburne, amigo de sir Basil Grant y su hermano joven Rupert, que parecen estar inspirados en el mismo Chesterton y en su hermano Cecil. Los tres van de un lado a otro, normalmente arrastrados por sir Basil, que es quien resuelve los casos y quien cuestiona los métodos de su hermano Rupert, que tiene un cierto aire a Sherlock Holmes por su estilo analítico y la seguridad en sí mismo.
El club de los negocios raros, dirá uno de sus miembros, es “una sociedad integrada exclusivamente por personas que han inventado alguna nueva y curiosa manera de hacer dinero”, pero que también es un tipo de trabajo que antes no existía. El oficio nuevo puede ser una Agencia de Aventuras, el de Organizador de la Réplica Inteligente como forma de brillar en sociedad, el de Retenedor Profesional, a quien se contrata para que distraiga un tiempo a una persona que pudiera estorbar, el de agente inmobiliario… de casas en los árboles, el de inventor de una nueva forma de lenguaje…
El personaje de sir Basil no está tan logrado como los posteriores Padre Brown y Horne Fisher. Es más desigual y menos creíble, no sólo porque combine momentos de “calma napoleónica” con otros de “turbulenta puerilidad”, sino porque algunas de sus actuaciones son más estrafalarias, e incluso en el segundo de los casos la resolución no tiene que ver con las afirmaciones que ponen en movimiento a los protagonistas.
De todos modos, en lo que se refiere al género policiaco la innovación es la mente con la que los detectives de Chesterton abordarán y resolverán los enigmas que se les plantean, y que es la misma de sir Basil: no tanto atender a los hechos, pues los hechos oscurecen la verdad y, como las ramas de un árbol, apuntan en todas direcciones, sino atender a la vida del árbol que es la que ofrece unidad; tener en cuenta que si es cierto que “las personas buenas cometen crímenes a veces”, también hay una clase de individuos que no comete nunca cierta clase de crímenes.
También se puede observar cómo, en cada caso, Chesterton dispara contra un punto débil del modo de pensar contemporáneo. Por ejemplo, en La extraña reclusión de la anciana señora señala cómo “lo que combato es una vaga filosofía popular que pretende ser científica, cuando en realidad no es otra cosa que una especie de nueva religión, y notablemente ruin, por cierto. Cuando la gente hablaba antes de la caída del hombre, sabía que hablaba de un misterio, de algo que no comprendía. Pero ahora que habla de la supervivencia de los más aptos, se cree que lo comprende, cuando lo cierto es, no ya que no tiene ninguna idea, sino que tiene una idea absolutamente falsa de lo que esas palabras significan”.
Y, por último, también uno puede darse cuenta del éxito popular que obtuvo Chesterton con este libro, al observar la comicidad de algunas escenas y de no pocas descripciones.