Siruela. Madrid (2000). 345 págs. 3.900 ptas. Traducción: Julio Grandes.
Arthur Daane deambula por las calles de Berlín videocámara en ristre, mientras hace frente a una fuerte nevada. Hace unos años perdió a su mujer y a su único hijo en un accidente aéreo y ahora dialoga en sus pensamientos con Erna, vieja amiga de Amsterdam que siempre le ayuda a poner los pies sobre la tierra.
El protagonista de El día de todas las almas, quinta obra del holandés Cees Nooteboom (1933) traducida al castellano, además de viajar por el mundo haciendo reportajes para la televisión holandesa, trabaja en su propio proyecto: rescatar las imágenes condenadas al olvido; filmar lo efímero, lo anónimo, los elementos de la historia que nunca pasarán a la Historia. Un día Arthur descubre en una biblioteca a una estudiante holandesa que va a sacudir su ensimismada existencia. Elik Oranje ha sido maltratada por la vida. Su comportamiento es misterioso. Toma la iniciativa en la relación sexual, aparece y desaparece sin dar explicaciones. Está haciendo la tesis doctoral sobre la reina Urraca de Castilla y deja Berlín para seguir investigando en España. Daane se dirige a Madrid en busca de Elik, que no ha dejado señas pero sí sus huellas, y la acción toma un giro inesperado.
El tema de la novela es la historia, la fragilidad de la memoria para sujetar el pasado como tal, la persistencia del pasado en el presente. También trata sobre la muerte, el terrorismo, la limitación del lenguaje, lo efímero. Arthur Daane busca consuelo para su dolor en el silencio, en la reflexión sobre el arte, en la música, en la historia, en ideas filosóficas. Va de lo uno a lo otro como si viajara sin prisa y sin destino.
La prosa especulativa de Nooteboom resulta densa y la traducción no la favorece. Los monólogos interiores son largos y tocan demasiados temas. Con cierta frecuencia intercala el autor un coro de voces omniscientes de identidad imprecisa que recopila la que ha hecho el protagonista. Todo esto hace que la lectura resulte ardua.
Cees Nooteboom plantea muchas cuestiones, pero no da soluciones ni toma postura. Los personajes se mueven en un mundo ateo y las referencias cristianas son de tipo cultural. Su idea de fondo es que la destrucción genera destrucción. No obstante, El día de todas las almas invita a pensar, ofrece un panorama de la Europa contemporánea y a la vez se aleja de los tópicos de la literatura que más vende.
Carmen Montón