La explosión de la sensibilidad parece llevarnos a un retroceso de la razón. La esfera pública se está impregnado de zascas, insultos y ofensas. Los debates se vuelven simplistas y politizados. Más que llegar a acuerdos, lo que importa es quedar por encima del otro.
Ante tanta ponzoña, surge la cuestión de si es necesario regular la discusión pública para mejorarla y proteger a las personas. Un intento de acercarse ordenadamente a este problema es este ensayo firmado por Caitlin Ring Carlson, profesora en la Universidad de Seattle.
La autora reconoce lo peligroso que es dejar en manos del Estado la regulación y el control sobre lo que se puede decir. Además, constata que el propio concepto “discurso del odio” no es unívoco y que, por ello, …
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