Seix Barral. Barcelona (2003). 468 págs. 21 €.
El denominado grupo del crack se abre paso desde hace unos años en un intento de renovar las letras mexicanas. Volpi ejerce de primero de la clase, sobre todo tras el Premio Biblioteca Breve que obtuvo en 1999 con En busca de Klingsor (ver servicio 94/99), una buena novela sobre la ciencia y el régimen nazi, lamentablemente llena de pasajes escabrosos.
Cuando Volpi se interesa por un tema, lo investiga a fondo y se inventa una novela para contar sus conclusiones. Ahora es el turno del psicoanálisis y de la revolución (y declive) de la izquierda en el 68, desde el mayo francés a la caída del muro. Los verdaderos protagonistas de El fin de la locura son Lacan, Foucault, Althusser y Barthes, intelectuales franceses a los que Volpi ha leído a fondo. Son personas que han aportado al pensamiento europeo de finales del siglo pasado pocas soluciones, a lo que se une que sus trayectorias biográficas personales no son precisamente atractivas ni ejemplares. Volpi los caricaturiza, quizás en exceso, desertando pronto del tono serio que tiene la novela en sus inicios. Quizás lo más certero de la fuerte componente ensayística de esta novela es el sarcástico análisis que hace de los límites y contradicciones de los fenómenos de masas aborregadas.
El lector pasa de la curiosidad y el deslumbramiento inicial a un vaporoso aturdimiento por la explosiva arquitectura narrativa de la novela: diversos narradores, cruces temporales de los personajes, discursos en variadas personas narrativas, alud de trucos y recursos (cartas, entrevistas, noticias de periódico, fragmentos de diarios). La historia del protagonista de la novela da demasiadas volteretas y algunos pasajes tienen poca consistencia.
Como ya ocurriera en En busca de Klingsor, Volpi demuestra su gusto (sin excesivos detalles esta vez) por situaciones morbosas de dependencia sexual y violencia. Como el porcentaje de perturbados mentales en una novela sobre el psicoanálisis es alto, puede deducirse el resultado. Volpi tiene buen estilo, capacidad de investigación e ideas; quizás la experiencia y la madurez vayan moderando su fogosidad narrativa, para que consiga fidelizar a un lector al que fácilmente consigue atrapar al principio.
Javier Cercas Rueda