El geco

Rafael Sánchez Ferlosio

GÉNERO

Destino. Barcelona (2005). 190 págs. 18 €.

Además de sus textos largos de ficción («Alfanhuí», «El Jarama» y «El testimonio de Yarfoz»), referentes imprescindibles de la narrativa española de la segunda mitad del siglo XX, el premio Cervantes, Sánchez Ferlosio, ha cultivado de modo esporádico el relato breve de forma también magistral. Esos cuentos son los que se reúnen aquí, junto con otros «fragmentos» más próximos al ensayo o pertenecientes a una obra aún inédita, que no se desvela todavía si verá la luz algún día. Casi cincuenta años separan el texto más antiguo (1956) del más reciente (2004), publicados todos en revistas o periódicos salvo uno inédito.

El lector recordará los dos cuentos que suelen acompañar la edición de «Alfanhuí»: «Y el corazón caliente» y «Dientes, pólvora, febrero» (quizá uno de los más bellos títulos de la narrativa de española), ambos anclados en el realismo de los cincuenta. También era muy conocido «El escudo de Jotán», una magnífica parábola sobre el poder inestable de la simulación. Junto a estos tres cuentos, debe destacarse también el retrato de la pasión de pescar en «Plata y ónix» y los dos fragmentos largos de la inédita «Historia de las guerras barcialeas», que guardan relación con «El testimonio de Yarfoz»: se trata de «Los lectores del ayer» y del inédito «Los príncipes concordes», un relato lleno de fuerza sobre la construcción de un puente por parte de dos pueblos enfrentados, los Grágidos y los Atánidas.

Además de frecuentar la épica y la epopeya, Ferlosio viaja al mundo oriental para reflexionar sobre la Gran Muralla o para resaltar el valor de la dignidad real en la cultura china, remeda la correspondencia privada en los años de la colonización de las Indias y traza un divertido estudio psicológico de los compañeros de trabajo en «Cuatro colegas», demostrando un hondo sentido del humor que apenas se deja ver en otros textos.

A pocos escritores como a Ferlosio se les tolera cierta prolijidad y devaneo argumentativo: en su caso, el lector debe estar seguro de que el resultado de la lectura no será el tedio sino una mirada más inteligente (y también más moral) hacia algunos aspectos de la realidad que ya creía cerrados a toda discusión.

Pedro de Miguel

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