El carácter épico del ciclismo profesional, su característica capacidad de poner a prueba los límites del hombre, hacen que la literatura se asome con frecuencia a él. Es terreno abonado para la metáfora y cuna natural de héroes, actores clásicos de epopeyas narrativas. Muchas crónicas periodísticas de etapas son auténticos relatos llenos de emoción, con inicio, nudo y desenlace, coloridos adjetivos y brillantes imágenes. Basta ver las que hizo en su día Javier García Sánchez para El Mundo, o Carlos Arribas sigue escribiendo para El País, desde hace años, o las del célebre Pierre Chany para L’Equipe.
El Corriere della Sera envió a Dino Buzzati al Giro de 1949 y este libro recoge las veinticinco crónicas que escribió. No sabía demasiado de ciclismo, y no se fija principalmente en tácticas, estilos, estadísticas ni porcentajes, y menos en aspectos médicos y técnicos hoy día muy familiares al aficionado. Sí tiene, en cambio, una estupenda capacidad para contar lo que está viviendo y lo que se cuece en torno a la carrera. No se centra en la rivalidad Bartali-Coppi (con Héctor y Aquiles los compara), la auténtica cuestión del momento (por Homero ya sabemos quien gana), sino que hace desfilar por sus páginas todo un mundo de personajes: los espectadores, las madres y las novias, los debutantes, los veteranos, los gregarios, los periodistas y hasta los músicos. La carrera, aún en esa época dura de tubulares en los hombros y caras rebozadas de polvo, despliega un sinfín de emociones en forma de sueños, decepciones, patriotismo, inspiración, miedo, dolor, fatiga y gestas, y todas ellas tienen su momento en estos vívidos reportajes.
Italia salía de una guerra y Buzzati ya había publicado libros importantes, entre ellos su famoso El desierto de los tártaros (1940). El Giro, “una de las empresas más mastodónticas jamás ideadas por el hombre”, era un tema propicio para el misticismo y las palabras altisonantes, para el romanticismo y la fantasía, para la alegoría bélica y el vuelo de la imaginación. El escritor italiano lleva a cabo un memorable retrato a medio camino entre la crónica y la pieza imaginativa.
