La Esfera de los Libros. Madrid (2004) 343 págs. 23 €.
Fernando Álvarez de Toledo (1507-1582), tercer Duque de Alba, fue el general más famoso del imperio español, cuya potencia militar contribuyó a crear. Durante más de cuarenta años sirvió con gran valor y fidelidad al emperador Carlos V y a su hijo Felipe II, liderando las campañas de la Corona en la Península y en Europa. El sitio de Túnez, Mühlberg, San Quintín y otras muchas empresas españolas están ligadas a este personaje, bien como general en jefe bien como diplomático en el complejo panorama internacional de la Europa del siglo XVI.
Sin embargo, toda su actividad militar y diplomática parece haber caído en el olvido frente a los cinco años que pasó en los Países Bajos españoles, enviado por Felipe II para solucionar la revuelta protestante. Su actuación en estas tierras le valió la reputación de cruel, llegando a ser conocido como «el carnicero de Flandes».
Ninguna biografía seria ha tratado de acercarse a la figura de Alba, hecho que no deja de sorprender a Kamen, especialmente si tenemos en cuenta los honores que otros países dispensan a sus generales Napoleón, Marlborough…, con actuaciones no menos cruentas que el personaje que nos ocupa.
El historiador británico se aproxima al personaje explicando los motivos que guiaron sus acciones y nos descubre, a través de la abundante correspondencia de Alba con Felipe II, con su familia y con destacados personajes de la época, qué hay de verdad en la historia y qué de leyenda negra.
En el haber del Duque de Alba figuran su eficacia, su capacidad de trabajo y de liderazgo, su instinto militar y su facultad para establecer buenas relaciones con sus soldados, sus firmes creencias, su espíritu de servicio y su lealtad inquebrantable a la Corona. En el debe, su ambición, su carácter altivo e irascible, su arrogancia e impaciencia que chocaban frecuentemente con la moderación de Felipe II, «el rey prudente». No obstante, al servicio del rey gastó Alba fortuna y salud.
Señala Kamen que el Duque es el paradigma de soldado perdido en el mundo de la política, y cada página del libro avala esta afirmación, puesto que en todo momento fue partidario de aplicar soluciones militares a delicados problemas políticos. Su correspondencia privada también nos muestra al Duque atormentado y pesaroso por ser la mano elegida por Felipe II para practicar una política de línea dura con los rebeldes neerlandeses. Se queja al monarca: «Aunque tengo este mandato de V.M., a mí se me hace cierto muy de mal derramar sangre de caballeros y ganar este nombre que sin culpa mía esta nación ha querido darme de cruel». Crueldad que, por otra parte, no era tanto consecuencia de una brutalidad deliberada como de una implacable observancia de las reglas de la guerra, aplicada también a sus propios soldados, a quienes no toleraba indisciplina alguna, en un tiempo en que el saqueo de las poblaciones conquistadas era práctica habitual en todos los ejércitos.
El autor construye una biografía sólida, cuidada, ágil, bien fundamentada y de fácil lectura, basándose en los escasos estudios sobre el tercer Duque de Alba y, sobre todo, en la documentación de los Archivos de la Casa de Alba. Únicamente un par de inexactitudes desdicen de este estudio: su afirmación de que, en tiempos de los Reyes Católicos, eran los nobles quienes ostentaban el poder -cuando notables medievalistas han demostrado precisamente lo contrario- o la utilización del término «autonomía» -anacrónico en el s. XVI-, en lugar de hablar de los fueros del Reino de Navarra.
En suma, un libro muy aconsejable para situarse en un período complejo de la historia de España que, por culpa de la Leyenda Negra, es considerado en muchas ocasiones vergonzante por los propios españoles, y para conocer a uno de sus principales protagonistas, de quien Felipe II afirmó «corren parejas la arrogancia del duque con su fidelidad».
Margarita Sánchez