Johann W. Goethe y otrosAlba Editorial. Barcelona (2002). 220 págs. 14,50 €. Traducción: Rosa Sala.
Es evidente que Rosa Sala siente por Goethe y por su literatura una especial admiración, como así consta en su introducción, en la que hace un entusiasta panegírico no sólo de este literato en general sino en particular de esta singular anécdota, que da pie a este libro de triple título.
La singularidad de la anécdota consiste en que el ya ídolo de la alta sociedad alemana, J.W. Goethe, a sus setenta y dos años, en 1821, no sólo se enamora de una casi adolescente, sino que lleva a término su insensato enamoramiento pidiendo su mano; petición que es rechazada disimulando la risa. Pero toda la sociedad de buen tono simula no haberse dado cuenta del… desliz y del ridículo del prócer.
El caso es que Goethe hacía algún tiempo que había comenzado a escribir El hombre de cincuenta años, pero dejó el trabajo apenas iniciado. Se enamora de la joven Ulrike von Levetzow, es rechazado, él mismo pone tierra por medio, y termina El hombre de cincuenta años, manteniendo la cifra, a pesar de que, como está dicho, su experiencia fue a los 72. El librito es agradable, el autor se distancia mucho -quizá demasiado- de la historia que cuenta, con grandes variantes respecto a la suya propia, y en un tono casi desdeñoso o desganado; deja un final, de tan abierto, casi inconcluso.
La elegía de Marienbad la componen tres largos poemas de parecida factura y parecida temática, bien que sólo el tercero es fruto directo del amargo árbol de su decepción amorosa; por esta razón Rosa Sala ha juntado los dos textos. A pesar de su buena traducción -así como de todo el libro-, los poemas resultan avejentados por los años, hoy suenan a declamatorios y, con eso, a falsos e hinchados.
Y la llamada Crónica de un amor de senectud reúne relatos y anécdotas de Goethe en Weimar y en Marienbad, escritas por él y por otros famosos amigos y conocidos de la época, y cartas que, como en un cotilleo de gente llamada gente bien, se escriben unos a otros comentando -más o menos escandalizados, más o menos divertidos y malévolos- el affaire del señor Goethe con la niña Ulrike. Y, como remate, el «Esquema autobiográfico escrito por la anciana Ulrike von Levetzow entre 1868 y 1887 en el palacio de Trziblitz», que relató, para la historia, la fugaz anécdota. El libro resulta un amable y curioso entretenimiento erudito.
Pedro Antonio Urbina