El estudio del matrimonio homosexual, recientemente legalizado, pero de una legitimidad cuanto menos dudosa, puede servir de perfecta excusa para comprender la tarea que se propone el autor.
La cuestión del matrimonio homosexual genera un equívoco: o se trata de transformar el concepto recibido de matrimonio, o de ampliar su estructura antigua a una nueva realidad. En cualquier caso, ambas posibilidades no se pueden dar a la vez ya que son incompatibles. Es evidente que el segundo sentido -el que pretende imponer el gobierno de Zapatero- es el que mueve más al estupor, ya que busca sustituir el orden natural por la convención; alguien que manejara la terminología políticamente correcta diría, más bien, que de lo que se trata es de elevar a institución la voluntad democrática..
El hombre contemporáneo se considera liberado de las limitaciones de su cuerpo y cree que puede ir más allá, para lo cual ha venido creando nuevas formas de espiritualidad; una espiritualidad de origen espurio y dudosa consistencia. Algunos extraños héroes culturales del siglo XX: Artaud, Sade o, incluso, un inconscientemente recuperado Nietzsche, sirven de pintorescos modelos.
Delgado-Gal nos sugiere que, si esto es así, podemos decir que el hombre se ha atribuido los poderes que en otros tiempos eran de la divinidad. El triunfo de una forma de nominalismo voluntarista ha calado de tal forma que, si creemos en la calvinista idea según la cual la voluntad de Dios puede salirse de los cauces de la razón, ¿cómo no va a poder hacerlo también el hombre que, al fin y al cabo, es imago Dei?
Por eso, la exposición de Delgado-Gal tiene lugar por medio de la aplicación de esta corriente de pensamiento a nuestra realidad contemporánea. Vivimos una mezcla de voluntarismo activo e intervencionista y, a la vez, paradójicamente, creemos ser los seres más libres de todas las épocas. La primera de las cuestiones tiene su fértil terreno en las sociedades blandas y vacías que se quejan de boquilla pero que están dispuestas a aceptar las decisiones del primer optimista iluminado y fanático de la ingeniería social. Lógicamente, sin este tipo insustancial de sociedades, el voluntarismo sería del todo ineficaz. Pero, a la vez, según Delgado-Gal, vivimos con convicción la creencia de que todo lo que no interfiera directamente en los derechos de los demás es lícito por sí mismo. Hemos hecho una interpretación de la idea de libertad que tiene más que ver con la mera elección libertaria que con el acierto en la elección.
La gran paradoja es que el libertario experimenta la necesidad de que sus decisiones, aparentemente libres, sean refrendadas por las instituciones estatales. Tal es el supuesto del matrimonio homosexual, paradigma de libertarismo, y que no es otra cosa que la mera pretensión de ser reconocidos institucionalmente; pretensión, además, exigida por sectores sociales que siempre han rechazado la idea misma de matrimonio por estar asociada al tipo de poder que más detestaban.
En definitiva, el matrimonio homosexual sirve a Delgado-Gal como excusa para reflexionar sobre la forma en que las sociedades modernas experimentan una infantil antirreligiosidad, pero, en el fondo, armada de una teología voluntarista implícita de la que no son capaces de desprenderse.
Riguroso y argumentado, este ensayo ayuda a pensar sobre la trascendencia de algunas decisiones políticas.