La ciencia no puede avanzar si sortea el problema del hombre, es decir, si soslaya la antropología y, en lugar de ponerse al servicio del ser humano, amenaza con conculcar su dignidad. Aunque este último sea un principio básico en la investigación, en la actualidad ha ido cayendo en el olvido el fin último al que se ordena el conocimiento científico.
Por eso resultan imprescindibles ensayos como este del profesor Velayos, catedrático de anatomía y neuroanatomía, ya que incide en mostrar que cuando la ciencia, y, especialmente la medicina, se aparta de la persona, “la naturaleza se rebela”.
No hay nada más enriquecedor para la cultura que humanidades y ciencia se entrecrucen, como lo hacen en este ensayo que desborda las fronteras disciplinarias. El autor parte de lo que las últimas investigaciones sobre el cerebro han demostrado, pero en estas páginas el hombre aparece reflejado en su unidad personal, en su indisoluble composición corpóreo-espiritual.
Es importante insistir en ello ante la relevancia de lo que se ha dado en llamar “cerebrocentrismo”. Así, Velayos aclara que no se puede decir, por ejemplo, que el cerebro piense: quien piensa siempre es la persona. “La sola consideración anatómica del cuerpo no da idea de la vivencia personal del mismo”, aclara.
La dignidad personal encuentra una manifestación palpable en el rechazo que siente todo ser humano a ser tratado como un objeto. Esta es la barrera ética que no hay que traspasar. En este sentido, puede que el hombre no despliegue sus potencialidades biológicas, pero seguirá siendo digno de la estima y protección más altas. Por otro lado, ya sea con motivo de la sexualidad, las emociones y su circuito neuronal, el envejecimiento, la muerte o las sensaciones físicas, se explica que todo lo que ocurre en el hombre se halla transido de trascendencia. O, por decirlo de otro modo, que tiene un sentido. Incluso en acciones tan prosaicas como el sueño es posible percibir la impronta personal. Asimismo, cada acción repercute en el cerebro, modificándolo: es sabido que al cerebro de la mujer le afecta la maternidad, pero también hay cambios en el del hombre.
No es frecuente encontrarse un ensayo en el que se traten con tanto rigor y profundidad los temas como en este del profesor Velayos, que repasa asuntos tan variados como la eutanasia, la violencia, las consecuencias cerebrales de las adicciones al alcohol, las drogas o la pornografía, o el tema, tan presente hoy, de la raza. Otra de las cuestiones que se debaten está relacionada con las diferencias cerebrales entre hombre y mujer.
En todos los casos, combina, en tono divulgativo y claro, las lecciones de las ciencias con las que se desprenden de una antropología personalista. Ofrece un mosaico de temas actuales –se aborda, incluso, el controvertido asunto de “las manadas”– y, sobre todo, suscita la reflexión.