Patrick Radden Keefe es bien conocido por No digas nada, una narración sobre el conflicto de Irlanda del Norte, donde se reveló como un periodista capaz de contar historias de actualidad combinando el dominio de una abundante documentación, las entrevistas personales, el rigor, la profundidad de los personajes, el cuidado de los detalles y una narración llena de ritmo. El imperio del dolor comparte las mismas virtudes.
Cuenta la historia de la familia Sackler, millonarios neoyorquinos que han dado su nombre, durante muchos años, a galerías, edificios o salas del Metropolitan Museum de Nueva York, el Museo del Louvre, la Universidad de Harvard o la de Oxford. El imperio del dolor narra cómo tres generaciones de esa familia se convierten en millonarios gracias, sobre todo, a un opioide que llamaron OxyContin.
Se calcula que ese medicamento supuso para su fabricante, Purdue Pharma, 35.000 millones de dólares en ventas, y más de 13.000 millones de dólares de beneficios para la familia Sackler. Hasta que se descubrió que la empresa –con la complicidad de la FDA– había engañado a médicos y pacientes sobre los componentes adictivos de la fórmula. La adicción a OxyContin –también a otros opioides– provocó unas 400.000 muertes por sobredosis y 2.500 demandas civiles en Estados Unidos. Es una historia de codicia y ambición, corrupción y filantropía, en la que se mezclan la política, el dinero y los litigios, que todavía continúan.
En una conversación con El País, decía Radden Keefe: “Mi obsesión es siempre averiguar quién y cómo se explica la historia, quién y cómo se construyen los relatos”. Cuando abordó el trabajo sobre OxyContin, “la familia Sackler era socialmente aplaudida, su nombre estaba en los museos, pero no aparecía en los juicios: habían reescrito la historia, tenían el poder del relato”.
El libro incluye setenta y una páginas de notas, y nueve más sobre las fuentes del libro, donde cuenta la relación que ha tenido con los abogados y relaciones públicas de la familia Sackler.