Bellaterra. Barcelona (2002). 369 págs. 22 €. Traducción: José Miguel Marcén.
¿Es posible sentirse al mismo tiempo musulmán y europeo o se trata, por el contrario, de identidades incompatibles? Esta es la pregunta que desarrolla Tariq Ramadan (Ginebra, 1962), profesor de Filosofía en el Collège de Ginebra y de Islamología en la Universidad de Friburgo. Tariq Ramadan pertenece a una ilustre familia musulmana. Su abuelo materno fue fundador del movimiento de los Hermanos Musulmanes, en 1928, y su padre, un destacado dirigente del movimiento. Su obra, contestada tanto por determinados sectores del mundo musulmán como del mundo occidental, es referente obligado para comprender la construcción de un Islam europeo.
Algunos inmigrantes musulmanes, sobre todo los de primera generación, adoptan una actitud de rechazo hacia la cultura occidental permisiva y secularizada y se refugian en una vida intracomunitaria cerrada al entorno; se trata de musulmanes que viven en Europa fuera de Europa. En el polo opuesto, otros inmigrantes, especialmente los de segunda y sucesivas generaciones, movidos por un afán de no distinguirse y de no ser tachados de fanáticos o fundamentalistas, asimilan cualquier uso occidental sin importarles si con ello traicionan la enseñanza musulmana; y terminan por convertirse en musulmanes sin Islam.
Tariq Ramadan se aparta de ambas posturas y sostiene que es posible una identidad a la par islámica y europea. El camino que propone consiste en extraer de las fuentes originarias (el Corán y la Sunna) la esencia musulmana, eliminando los componentes culturales que se le han adherido a lo largo de su peregrinaje histórico y vestir al Islam con el nuevo contexto europeo.
Desde la tradición reformista en la que se inserta, Ramadan defiende que el sistema islámico no es inmovilista y que cuenta con los medios necesarios -principalmente el de la ichtihad o interpretación- para acometer esta tarea de adaptación. Una relectura seria de los libros religiosos a la luz de los nuevos contextos irá poniendo de manifiesto que muchos de los conflictos que se plantean entre la adhesión musulmana y la occidental, en realidad, son sólo aparentes. Ramadan da un paso más: no sólo es posible que los musulmanes vivan en Europa respetando como propias las leyes y la cultura del país, sino que su condición islámica les obliga a implicarse activamente en promover el bien: «Las mentalidades musulmanas deben pasar ya de la realidad de la mera protección a la de la auténtica contribución. Las musulmanas y los musulmanes son, con tantos otros seres humanos, ricos en la ética del don. Y ese don, en suma, consagrará la riqueza de sus sociedades».
El libro ofrece una interesante perspectiva de la presencia musulmana en Europa al alejarse de los extremos de la asimilación y de la marginación en guetos. Sin embargo, subsisten las dificultades prácticas de su realización, tanto por parte islámica, en cuanto que no todas las corrientes de pensamiento admiten la reinterpretación de las fuentes que el autor propone, como por parte occidental, pues existe en algunos sectores una importante resistencia a considerar a los musulmanes como conciudadanos, implicados por igual, y sin abandonar su identidad islámica, en la construcción de la nueva Europa.
Zoila Combalía