Rialp. Madrid (2001). 240 págs. 1.900 ptas.
El interés por el Islam ha crecido en los países occidentales a partir de los fenómenos de la inmigración y de los movimientos integristas. Pero la percepción del hombre de la calle e incluso de muchos intelectuales se nutre de numerosas carencias e incomprensiones. Detrás hay raíces históricas que se remontan a siglos de enfrentamiento entre cristianos y musulmanes y a la consolidación de un concepto de frontera separador de mundos opuestos tanto en el Mediterráneo como en los Balcanes. Al mismo tiempo no son pocos los musulmanes que tienen una visión negativa y deformada del cristianismo. Sin embargo, la creciente presencia de comunidades musulmanas en los países desarrollados y el fomento de nuevas relaciones entre las dos orillas mediterráneas, hacen indispensable un mejor conocimiento del Islam.
El interés por el Islam erraría el camino si se limitara a la afirmación de la superioridad de la fe racionalista sobre una religión, en la línea de un Ernest Renan y sus continuadores actuales en los ámbitos del periodismo o de la política. Sería también un error dejarse llevar por una ingenua fascinación por el Islam que nos condujera a idealizaciones poco rigurosas, tal y como hiciera Voltaire. Para conocer con serenidad y espíritu de entendimiento el Islam, resulta útil el libro de José Morales, profesor de Teología Dogmática de la Universidad de Navarra, que analiza con claridad lo que define al Islam como religión, así como cuestiones sociales y jurídicas derivadas de la religión en el mundo islámico.
Morales resalta en su obra tanto luces como sombras. Parte del hecho, en definitiva, de que un cristiano de nuestros días que reflexione sobre la historia de la salvación para la entera humanidad, ha de tener en cuenta, por respeto a los designios divinos, el hecho religioso del Islam.
La obra no confunde el Islam con la interpretación militante que de él hace el integrismo y apuesta en sus conclusiones por la progresiva debilitación de los movimientos integristas, tal y como sucediera con las ideologías seculares panarabistas de hace algunas décadas. El integrismo nunca ha sabido distinguir entre las circunstancias históricas contigentes y las realidades del mundo moderno. Puede incluso llevar consigo el germen de su propia destrucción, pues si lo sagrado se inscribe demasiado en el mundo corre el riesgo de diluirse y perder su pureza.
Antonio R Rubio