La autora moldava Tatiana Tîbuleac (Chisináu, 1970) publicó en 2016 El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, novela que cosechó importantes premios en España y en otros países. Ahora se traduce su segunda novela, El jardín de vidrio, que se publicó en 2018 y consiguió el premio de Literatura de la Unión Europea. La autora vive en la actualidad en París.
La novela está escrita como una carta dirigida por la narradora, Lastochka, a sus desconocidos padres, que la abandonaron en un orfanato. En la actualidad ejerce la medicina en un hospital de Bucarest y en su carta recuerda especialmente su infancia en Chisináu, la capital de Moldavia. Transcurre en los últimos años del comunismo, cuando comienza a resquebrajarse la unidad de los países que formaban parte de la URSS.
Lastochka vivía en unas condiciones miserables hasta que fue adoptada por la anciana Tatiana Pavlovna, que se dedicaba a recoger botellas por toda la ciudad. La relación entre las dos es aparentemente de madre e hija, pero tiene numerosas aristas, pues para Tatiana, la niña es sobre todo su empleada. De hecho, como acaba por descubrir, más que adoptarla, Tatiana la compró a la directora del orfanato a cambio de dinero.
El jardín de vidrio cuenta la sufrida vida de Lastochka durante su infancia y adolescencia –“no vivía, me arrastraba entre despojos”–, con algunas referencias, en escenas puntuales, a su dura vida en el orfanato y a su vida actual, con un matrimonio fracasado a sus espaldas que ha tenido como fruto una niña discapacitada y enferma.
No son unas memorias ortodoxas, sino que, como un caleidoscopio, a través de numerosos fragmentos breves, se ofrecen detalles y anécdotas de la relación, entre espinosa y cordial, con su madre adoptiva, sus años en el colegio y luego en el instituto; la estrecha amistad con sus vecinos y la vida en el barrio del Botánico, donde transcurre la gran mayoría de sucesos y vivencias.
Varios hilos conductores dan unidad a estos recuerdos: por un lado, la relación con Tatiana Pavlovna; por otro, el paso de niña a joven, y las consecuencias en su relación con sus amigas y con los chicos del barrio; y también algunos episodios que marcan su vida, como la violación que sufrió siendo joven. También el anhelo latente de conocer a sus padres y saber por qué la abandonaron.
Todo esto junto hace que sus reflexiones sobre el pasado y el presente no sean muy halagüeñas, a pesar de que se destaque su fuerza de voluntad para salir adelante en un mundo violento y su deseo de disfrutar de los fugaces momentos de felicidad que le ofrece su desdichada vida. La novela está escrita con un estilo muy poético –a veces ingenuo, otras muy crudo–, repleto de felices imágenes y sentimientos, bien encuadrados en un degradado microcosmos social que define sus anhelos, sus valores y sus estilos de vida, en una sociedad deprimente que comienza a agrietarse por motivos étnicos, políticos y culturales.