Libros del Asteroide. Barcelona (2007). 288 págs. 17,95 €.
Manuel Chaves Nogales (1897-1944) es excelente periodista y conocido sobre todo por su biografía del torero Juan Belmonte. Su obra literaria está siendo redescubierta gracias al éxito de «A sangre y fuego» (ver Aceprensa 49/06), colección de relatos sobre la guerra civil escritos y publicados durante la propia contienda. Libros del Asteroide recupera ahora otro de sus libros, «El maestro Juan Martínez que estaba allí», que describe en directo la revolución soviética en la ciudad de Kiev.
Puede parecer que ya se han leído todos los libros sobre estos sucesos. Y, sin embargo, este emplea una perspectiva novedosa y, además, muy hispánica. El libro puede ser a la vez una novela, un reportaje o una crónica novelada sobre aquellos hechos. Juan Martínez, bailarín profesional, está en Estambul cuando se inicia la Primera Guerra Mundial. Buscando un lugar tranquilo, decide trasladarse a Rusia. Y pocos años después, especialmente en Kiev -aunque también vive en Moscú y Petrogrado-, padece en primera persona los acontecimientos que provocaron la Revolución soviética. «A mí -cuenta Martínez- la toma del poder por los bolcheviques, los famosos diez días que conmovieron al mundo, me cogieron en Moscú vestido de corto, bailando en el tablado de un cabaret y bebiendo champaña a todo pasto».
Martínez se limita a describir los hechos que tienen lugar a su alrededor. Como él repite en numerosas ocasiones, no hace política: por eso no aparece en esta narración ninguna valoración ni moral ni ideológica sobre aquellos sucesos. Martínez es un testigo privilegiado de la guerra civil que tiene lugar en Rusia entre los rusos blancos y los bolcheviques. En medio del caos, intenta sobrevivir como puede. Sigue trabajando como bailarín, pero cuando la necesidad aprieta recurre a todo tipo de negocios.
Y aunque la narración quiere ser aséptica, la sensación que se tiene tras leer este relato es que la revolución soviética fue el triunfo de la crueldad, pues se impuso el que más fuerza bruta empleó (por ejemplo, cómo se deshicieron los comunistas de los anarquistas). El pueblo padeció con miedo y resignación estos enfrentamientos, sin mostrar muchos entusiasmos, pues su vida cotidiana seguía siendo igual de precaria.
Así describe la acción de los bolcheviques: «Repartir bonos y echar discursos eran cosas que hacían con la mayor facilidad del mundo. Dar de comer era ya otra cosa».
Adolfo TorrecillaACEPRENSA