Nicolás Jouve es catedrático de Genética desde 1977. Durante su vida profesional ha combinado la docencia con la investigación, además de participar en organismos como el Consejo Pontificio para la Familia o la Sociedad Española de Genética, que presidió de 1990 a 1994. Además, acaba de ser nombrado miembro del renovado Comité de Bioética español.
El libro repasa los temas más actuales y polémicos en la discusión bioética: cuál es la especificidad del hombre y cuándo se puede hablar de una nueva vida humana; las técnicas de control de natalidad y de reproducción asistida y su consideración ética; el aborto y la eutanasia.
En la introducción, el autor señala claramente que sus argumentos están basados en tres fuentes: sus conocimientos científicos (profundos y rigurosos pero explicados de forma muy accesible), sus creencias cristianas y una concepción de la bioética basada en la filosofía personalista. Las tres instancias no se yuxtaponen en la explicación, como si fueran comparTimentos estancos, sino que se aúnan y complementan. No en vano, una de las ideas principales del libro es precisamente que la ciencia, la religión y la moral transmiten (siempre que no se manipulen) una misma imagen del ser humano, de su dignidad.
Jouve dedica la introducción y el primer capítulo a explicar el papel imprescindible que cumple la bioética en el avance científico. Sin reflexión ética y antropológica, opina el autor, no hay ciencia propiamente humana, pues lo que distingue al hombre del resto de especies es su autoconciencia y su visión del fin de la vida. La ciencia humaniza el mundo y al propio hombre cuando sirve a su dignidad. La bioética no es, pues, un freno a la ciencia, sino un regulador necesario.
Los capítulos segundo y tercero abordan el concepto de ser humano, en cuanto distinto del resto de especies. Por un lado, Jouve señala que las diferencias estrictamente biológicas respecto a los parientes más cercanos (grandes simios) son más relevantes de lo que se suele creer. Con todo, el autor explica que lo verdaderamente distintivo en el hombre es su racionalidad-espiritualidad. El comportamiento ético (reconocimiento de culpa, generosidad, autodominio…) es natural en el hombre, como lo son también los mecanismos creados para conservar la especie, especialmente la familia.
En cuanto al comienzo de la vida, Jouve enumera las razones científicas para considerar al cigoto como el primer estadio de vida, y de vida humana. Pide, en consecuencia, que se proteja como tal. Tiene interés la argumentación sobre por qué las modificaciones epigenéticas (en las que se apoyan los que defienden la existencia de un pre-embrión) no son suficientemente relevantes para justificar un cambio de tratamiento médico.
Los capítulos seis, siete y ocho tratan la “instrumentalización” de la vida humana que Jouve percibe en fenómenos relacionados con el control de la natalidad, la reproducción asistida o el aborto (aunque el capítulo dedicado a este último tema, el 9, es más una crónica histórico-política del asunto). En todos ellos se vulnera el principio de moralidad formulado por Kant, y al que el autor se adhiere: tratar a todo ser humano como un fin en sí mismo, y nunca como un medio.
Por último, el capítulo diez aborda la eutanasia. Pese a las distinciones derivadas de cuestiones técnicas (activa / pasiva), el autor señala como criterio moral claro la intención que preside la acción médica: cuando el fin objetivo es quitar la vida al paciente (aunque la intención subjetiva sea evitar un dolor) la acción es éticamente reprobable. Al mismo tiempo, Jouve reclama un mayor protagonismo para los cuidados paliativos.
En conjunto, El manantial de la vida resulta un libro de carácter divulgativo, bien apoyado en objetivos datos científicos.