El reciente Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales analiza los errores actuales de Europa en el modo de tratar a los “bárbaros”, es decir, a los que de un modo u otro consideramos menos humanos, pero -podemos añadir- viven en nuestro país o tenemos relaciones políticas con ellos. Todorov abre su ensayo con su teoría sobre la diferencia entre barbarie y civilización, como instrumento conceptual desde el que iluminará el resto de su libro. Este se organiza en torno a los términos de carácter político y cultural que hoy se manejan en los medios de comunicación y que responden a los cambios provocados por la convivencia en el mismo Estado de personas de distintas procedencias culturales, étnicas y religiosas. Este análisis lo hace desde la más estricta actualidad, y en confrontación con la teoría de Huntington sobre el choque de civilizaciones.
Todorov presta especial atención al islam a lo largo de todo su ensayo y hace un fino análisis en el que, entre otras reflexiones, acusa de maniqueísmo y de superficialidad a la consideración del terrorismo como una guerra de religión. Todorov analiza el problema de las identidades colectivas y su relación con el Estado y la nación; la nueva identidad de Europa en sus relaciones con otros Estados y culturas desde un planteamiento políticamente correcto. Su horizonte de razonamiento es el Estado democrático de derecho, como última instancia reguladora de las relaciones humanas, y cierto relativismo multicultural. En cambio, en otros capítulos, este búlgaro afincado en París salta esa frontera autoimpuesta para intentar llegar a la esencia de lo humano y de lo cultural.
Tzvetan Todorov analiza ciertos problemas clave en un capítulo dedicado especialmente a ellos: las caricaturas sobre Mahoma, el asesinato de Theo van Gogh, el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona. Y su exposición se hace, sobre todo, a partir de hechos, situaciones y problemas conocidos por los medios de comunicación.
Por otro lado, Todorov no deja de traer a la consideración la Ilustración, varios filósofos conocidos, diversos personajes y hechos históricos para sustentar su personal análisis y darle más profundidad y calado ensayístico, pero sin perder de vista al gran público no especializado.
Su idea rectora o su pregunta clave inicial y a lo largo de la multitud de casos concretos que cita, es: ¿podemos emplear los mismos criterios para juzgar actos procedentes de culturas distintas?
La clasificación de los países en grupos -con la que abre su prólogo- conforme a cómo reaccionan ante la nueva coyuntura es otra de sus herramientas conceptuales: países del apetito, países del miedo, países de la indecisión y países del resentimiento. El autor la explica de modo claro y la mantiene hasta la propuesta con la que cierra su ensayo: la liberación de esas pasiones, el abandono de la relación de rivalidad y confrontación para “vivir en este mundo plural en el que la afirmación de uno no pasa por destruir o someter al otro”.