Anagrama. Barcelona (1997). 324 págs. 2.500 ptas.
El misterio de la voluntad perdida cierra el ciclo iniciado por José Antonio Marina en 1992 con Elogio y refutación del ingenio para adentrarse en el estudio de la inteligencia humana. En esta última entrega, Marina se acerca a la vertiente práctica de la inteligencia, que es como él concibe la voluntad. El título indica que la obra está planteada como si la investigación fuera un caso policiaco, recurso que sirve al autor para hacer gala de sus cualidades de escritor ameno y elegante. El misterio que Marina indaga es la desaparición de la voluntad en los estudios psicológicos, que la sustituyen por la motivación, y las perniciosas consecuencias que tal secuestro intelectual puede tener en la educación, el arte y la vida social. Lo que Marina desea ofrecer es una propuesta novedosa sobre la voluntad, firmemente anclada en las más recientes aportaciones de la psicología científica y superadora de las versiones tradicionales de la voluntad.
Para Marina, la voluntad es la inteligencia en cuanto suscitadora de la autonomía del ser humano. Él considera que lo propio de la inteligencia es resolver problemas prácticos, es decir, que un organismo solucione lo mejor posible los problemas que encuentra para subsistir. En la cima de la escala evolutiva se encuentra la inteligencia humana: a ella corresponde un elevado grado de autonomía, intermedio entre la libertad absoluta y el destino o el azar, y esto es lo que -a juicio del autor- define la vida humana. Según Marina, la voluntad humana no es una facultad, sino un hábito que se adquiere. Marina la entiende como un hábito fuerte capaz de resolver con inteligencia y gran autonomía los problemas prácticos, gracias a la capacidad de realizar tres importantes funciones: inhibir la motivación (no dejarse arrastrar por los impulsos inmediatos), apelar a un criterio de evaluación (aquí se manifiesta la inteligencia) y aceptar o rechazar. Este hábito es fruto de la educación, a través del lenguaje, por lo que, como éste, es inconcebible sin la sociedad.
Tal forma de concebir la voluntad se enmarca en una visión evolucionista; así, aunque la versión de Marina responde a una decidida intención de escapar del determinismo, en cierto modo hace emerger la libertad de mecanismos que no son libres. Entiende Marina que la inteligencia (la voluntad es inteligencia) es un producto de la evolución capaz de orientar la evolución. Cabe preguntarse si es esto posible.
El misterio de la voluntad perdida constituye una elaboración original a la par que sugestiva. Por otra parte, tanto el estilo como la composición del libro y la crítica de situaciones culturales muy extendidas resultan magistrales. Finalmente, manifiesta un profundo conocimiento de la muy abundante literatura científica en torno al comportamiento humano y de las investigaciones elaboradas por la denominada filosofía de lo mental. No hace erudición Marina cuando acude a estos conocimientos, ya que ha sido capaz de realizar una rigurosa criba y valoración de las diferentes tendencias y, a partir de ahí, ha propuesto su penetrante idea de la voluntad, ahora que parece destinada a desaparecer de nuestras categorías científicas e intelectuales.
Resulta así muy oportuna la propuesta de José Antonio Marina para no perder de vista la voluntad, porque esto supondría una gran pérdida de lo humano, al abandonarlo al triste disparate de una acción meramente espontánea.
Francisco Santamaría