El dramaturgo protestante alemán Rolf Hochhuth estrenó en 1963 una obra teatral titulada El Vicario, que hacía a Pío XII antisemita y cómplice de la persecución nazi contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Sin pruebas documentales de ninguna clase, El Vicario marcó una profunda transformación en la visión que sobre el Papa Pacelli se tenía en Occidente e Israel. Pío XII dejó de ser visto como el principal responsable de la ayuda católica a los judíos perseguidos por los nazis… para convertirse en el cómplice de sus sufrimientos.
La metamorfosis se completó en 1999, cuando John Cornwell publicó El Papa de Hitler. La verdadera historia de Pío XII. En realidad, Eugenio Pacelli habría causado el ascenso y la consolidación de los nazis en el poder, fraguando con Hitler una alianza para derrotar al comunismo y eliminar el problema judío. Así quedarían aclarados los silencios de Pío XII sobre el Holocausto a lo largo de la guerra mundial. A diferencia de Hochhuth, Cornwell no se sirvió de la imaginación, pero tampoco pudo documentar categóricamente unos ataques tan contundentes.
La mala prensa actual sobre Pío XII obedece a la extensa literatura que desde Hochhuth a Cornwell ha distorsionado entre el público no especializado el papel, protagonismo y relaciones de este pontífice con los hebreos. Además, una prensa afín que ha asumido la versión de un papa nazi da solo a sus lectores lo que coincide con ese tópico, pese a la endeblez argumental o documental o a las matizaciones contrarias a este enfoque.
Entre los especialistas, las cosas no son tan cristalinas. Al menos, esto se puede concluir de cuanto el rabino judío David G. Dalin ofrece con esta obra que reseñamos, donde objeta la consistencia de esta imagen del Pío XII de Cornwell. Editada inicialmente en 2005, Dalin no pudo beneficiarse del acceso abierto en 2006 a las series documentales de los archivos vaticanos relacionados con la cuestión judía hasta 1939 o 1945, según qué fondos. Con todo, sus conclusiones tienen en cuenta la literatura especializada a favor y en contra, y ofrecen pistas sugerentes a un lector no familiarizado con las polémicas en torno a Pío XII, la Iglesia católica y los judíos entre 1933 y 1945.
Eugenio Pacelli no fue el Papa de Hitler, sostendrá Dalin. Más aún: quienes como Cornwell lo han afirmado han abusado de dos procedimientos metodológicos, de los que Dalin da multitud de ejemplos. De una parte, una lectura parcial de las fuentes, omitiendo los testimonios de los judíos que agradecieron su ayuda y de los nazis que le criticaron por su filosemitismo. De otra, se presentan como pruebas irrefutables del antisemitismo del Papa algunos documentos que se comentan o traducen sesgadamente, o fuera de contexto, subrayando tan solo frases o palabras escogidas; o se critica su falta de pronunciamientos públicos sobre el antisemitismo durante la guerra mundial, sin un esfuerzo de comprensión sobre el contexto, las circunstancias que influyeron en tal decisión ni la trayectoria pontificia de protección a los hebreos, muy anterior al siglo XX.
La lectura del interesante libro de Dalin revela que no hubo un papa antisemita, sino que hay unos historiadores anticatólicos cuya agenda pasa por desacreditar la autoridad moral de la Iglesia y del Papado. Esta y no otra es -a juicio de Dalin- la razón por la que los críticos de Pío XII emplean un método arbitrario, cuya víctima colateral es la distorsión de la propia historia del Holocausto, convertido o reducido al papel de simple arma arrojadiza en una lucha ideológica contra el catolicismo.
Este ágil, sugerente y ameno estudio no refuta por completo las tesis de los recelosos de Pío XII. Si, como sostiene Dalin, a buena parte de ellos les mueve el prejuicio, tampoco es seguro que lo consigan entonces las monografías que aparecerán de aquí a unos años apoyadas en los papeles de los archivos vaticanos, recién abiertos para este periodo. Ahí ha estado guardado todo lo que falta por ser dicho, que será bastante más inapelable que las reconstrucciones parciales o polémicas ahora a la venta. Cuestión distinta será la pervivencia o no de la imagen de un Papa hitleriano, pues los mitos tienen la rara habilidad de crear una realidad que puede llegar a superponerse y anular el verdadero rostro del pasado.