Anagrama. Barcelona (1993). 165 págs. 1.300 ptas.
Este conjunto de relatos, publicado hace dos años en Italia, es el séptimo libro que se edita en España de Antonio Tabucchi, una de las figuras literarias más interesantes de la narrativa italiana actual. Tabucchi se estrenó con un excelente libro de relatos ambientados en la cultura portuguesa y en el mundo de las islas Azores, Dama de Porto Pim (1984), para seguir con Nocturno hindú (1987), hasta su anterior y desconcertante Los volátiles del beato Angélico.
«Me gustaría algún día hacer una novela larga en la que incluiría mis libros, pero en vez de los títulos, los situaría como capítulos», ha señalado el propio autor. Estos libros tienen inquietantes claroscuros de sencillez aparente y profundidad significativa; fantasía y realidad, sueño y memoria, pasado y presente en una fluida sintonía que nos hace parangonar sus relatos con esas melodías de jazz en las que se inicia un motivo para continuar libremente, dejando la improvisación como cauce para que el oyente -el lector- articule su propio tema.
El ángel negro contiene seis relatos en los que comparecen otras tantas cristalizaciones del mal. Tabucchi, en una reciente entrevista, lo ha definido como «un libro duro, sin concesiones, que trata del mal en el mundo en sus distintas formas (…). Trato del mal psicológico, del mal existencial, del mal político y también del mal metafísico».
Los protagonistas de los relatos muestran el lado oscuro de la vida: la perversa venganza infantil en Nochevieja, la amargura de un terrorista arrepentido, la traición al amor de una mujer que huye de sí misma, el cinismo y el engaño en la literatura…
El contenido de los relatos, salvo algunas -pocas- escenas un tanto amorales, se presenta con una grata levedad; así consigue Tabucchi ahondar en las más profundas oscuridades del ser humano sin estridencias ni temblores.
Este libro está, pues, en la misma línea que los anteriores, aunque en esta ocasión el estilo sea más hermético y ambiguo, pero no por ello menos sugestivo.
Ángel García Prieto