El niño en la cima de la montaña combina hábilmente historia y ficción. La trama arranca en 1935 en Paris, donde vive Pierrot, hijo de padre alemán y madre francesa, que se entretiene jugando con su amigo judío Ashel. Su vida se trunca a los siete años con la trágica muerte de sus padres. Tras una breve estancia en un orfanato, es requerido por su tía para acogerlo en la casa donde trabaja como ama de llaves.
Pierrot se traslada a una mansión en las montañas alpinas de Baviera. Se trata del refugio Berghof donde reside Adolf Hitler, acompañado de Eva Braun y de su servidumbre. Al principio, el niño está aturdido por la extraña atmósfera que se respira. Poco a poco le irán transformando: comienzan por cambiarle el nombre y llamarle Pieter, le enseñan a saludar con la mano alzada, sus sencillas ropas se convierten en el uniforme de las juventudes hitlerianas y le exigen que olvide sus raíces, incluido su amigo Ashel. Su ingenuidad se va convirtiendo en admiración por el Führer, quien deposita en él su confianza. Pieter es domesticado en el espíritu nazi hasta el extremo de caer en el fanatismo y la vileza.
En 1945, con el final de la guerra, el chico es retenido como prisionero de los Aliados. Al recuperar la libertad, deambula de un lugar a otro hasta llegar a París, donde se reencuentra con su amigo judío. Boyne cierra el relato con un desenlace en el que el protagonista intenta redimirse.
La narración, sencilla y fluida, se centra en describir el proceso de manipulación del inocente, y el resultado es un logrado perfil psicológico de Pierrot/Pieter. El autor, famoso por El niño con el pijama de rayas, regresa con un libro de fácil lectura que ofrece una reflexión acerca de la vulnerabilidad del ser humano ante las influencias externas, así como de su posibilidad de arrepentimiento.