Aunque Jorge Mario Bergoglio no era un desconocido para los cardenales, su elección como pontífice fue una verdadera sorpresa. Desde entonces, el interés de los medios de comunicación y de los lectores ha sido conocer la personalidad del nuevo Papa. No es de extrañar, pues, que las conversaciones con Bergoglio publicadas hace tres años en Argentina con el título El jesuita, se hayan reeditado ahora con el nuevo título de El Papa Francisco.
Bergoglio habla como pastor y con la sencillez cercana del párroco, convirtiéndose así en un ejemplo vivo de lo que a su juicio tiene que hacer la Iglesia: salir al encuentro con la gente, evangelizar y acercar el mensaje de Cristo a todos y cada uno de los hombres.
La Iglesia, señala, es menos una institución “reguladora de la fe” que “transmisora” del mensaje cristiano. Sin embargo, esta tarea misionera –Bergoglio comenta que quiso enrolarse en misiones, pero que por motivos de salud sus superiores se lo desaconsejaron– no se realiza de una manera abstracta y anónima. Comentando su lema episcopal –“Lo miró con misericordia y lo eligió”–, advierte que la Iglesia sale al encuentro de las personas una a una, mirándolas con misericordia y afirmándolas en su identidad. En definitiva, encontrándose con el mundo con esa familiaridad y cercanía propia del pastor.
Más allá de sus recuerdos personales es oportuno resaltar dos consideraciones, porque pueden servir para enfocar su pontificado. En primer lugar, su concepción de la autoridad: Bergoglio recupera su sentido como “ayuda al crecimiento”, relacionándola con su misión como pastor que cuida y se encuentra atento al desarrollo personal y religioso de su grey. En segundo término, afirma que todos, y no solo quienes tienen cargos públicos, somos responsables de la pobreza.
Por otro lado, una lectura atenta de este libro descubre la continuidad entre el nuevo Papa y los anteriores, con diferencias que revelan la diversidad de carismas en la unidad propia de la Iglesia. El mensaje de amor y esperanza de Francisco es un complemento perfecto para las enseñanzas de su antecesor, de la misma manera que su insistencia en la vocación misionera y apostólica del cristiano promete grandes frutos en este Año de la Fe y en la nueva evangelización.