Alberto Faccini se ha dedicado durante muchos años a la tutoría y a la orientación de adolescentes, en colegios de Milán y Roma. Como indica el subtítulo, la adolescencia puede ser un periodo apasionante; el adolescente es vulnerable, pero no quiere que se lo digan, sino que le acompañen en esta travesía, escuchándole en un clima de serenidad. El hijo rechaza la autoridad, pero la necesita; lo que pide es un modo respetuoso de ejercerla. El hijo busca ser querido como es; no se educa desde fuera, pues a la intimidad no se entra a empujones.
El autor incluye cartas de padres a hijos y a la inversa que permiten captar esos matices. Una frase que resume el enfoque adecuado al rendimiento escolar es: “Nos interesa el estudio de los hijos pero más aún los hijos que estudian”. Cuando habla a los profesores, insiste en la necesidad de ganarse el respeto y la confianza de los alumnos para poder ayudarles eficazmente.
En la segunda parte, recoge en forma de relatos situaciones en un colegio donde se vive la tutoría personalizada; son relatos vivos, protagonizados por alumnos de bachillerato. Todos acaban bien; sabemos que la vida no es así, pero quizás era necesaria una voz de esperanza de alguien que conoce las dificultades reales. Relata una lección que aprendió de un alumno: “Usted no se fía de mí.” El adolescente, si se siente depositario de la confianza de un adulto que le aprecia, procurará dar lo mejor de sí mismo. En caso contrario, desaparece la educación y se pasa a un sistema de vigilancia y de trampas. Lo importante en un adolescente no es que no dé problemas, sino que luche por alcanzar la excelencia, con afán de servicio.
El libro motiva al que duda si dedicarse o no la educación; también ayuda a los padres a descubrir facetas positivas. El autor no ignora las dificultades, tensiones, rebeldías… La adolescencia se puede convertir en un proceso traumático o en una aventura conjunta; lo ordinario es que tenga algo de ambas. A los padres vale la pena transmitirles esperanza para que no se rindan ante las dificultades.
Como la libertad es real, los resultados no son programables y no siempre se ven a corto plazo. Este libro alienta la esperanza, porque está escrito por alguien que sabe que es la tarea educativa es agridulce cuando se exige con cariño y fortaleza.