Como en Lágrimas en la lluvia (2011), la acción de esta novela se sitúa en un escenario del futuro muy avanzado tecnológicamente y políticamente estable. La tierra está unificada en un único país poblado por humanos, androides y alienígenas, donde está prohibido el uso de energía nuclear. La denuncia de un robo y la aparición de personas contaminadas con alto grado de radiactividad desencadena una investigación que sacará a la luz una trama conspirativa de corrupción.
Montero ha llevado a cabo un sólido trabajo de imaginación para crear un complejo mundo en el año 2109: inventa seres, palabras, costumbres, historia y datos técnicos. La protagonista es Bruna Husky, una detective tecnohumana, una replicante de combate que ha consumido siete de los diez años de vida para los que está diseñada. Tiene una memoria implantada y vive, piensa y se emociona como un humano.
Entorno de ciencia-ficción, thriller y misterio, aventuras y amor, política, religión y poder, son ingredientes de peso a los que Montero sobrepone sin embargo un enfoque existencialista: Husky vive, como el tigre de Canetti, un “ininterrumpido ir y venir ante los barrotes de su jaula para que no se le escape el único y brevísimo instante de la salvación”; tiene los días contados y busca sentido, quiere ser querida. Estamos ante una novela esencialmente realista a pesar de sus ropajes ambientales. Hay temas presentes en otros libros de la autora madrileña como cuerpo y sexualidad, mujer y feminismo, culpa, violencia y soledad.
La veterana escritora ya ha probado con eficacia diferentes registros. Ahora está embarcada en esta distopía noir y peripecia futurista que apunta a más entregas. Es arriesgada: a pesar del Madrid muy reconocible donde ocurre buena parte de la historia y de lo humano-realista de los conflictos más personales que se narran, hay tantos elementos nuevos que existe el peligro de que la fábula moral y la carga de crítica social queden disueltas en el imaginativo despliegue escénico.