Seix Barral. Barcelona (1995). 235 págs. 1.800 ptas.
El madrileño Javier Moro (1955), colaborador de Dominique Lapierre y Larry Collins, y autor de Senderos de libertad (1992), decidió escribir El pie de Jaipur a raíz de un encuentro con un joven llamado Christophe Roux, que en 1982 se desnucó al zambullirse en el mar. La vida de Christophe se transformó a partir de ese trágico momento. Con una meritoria voluntad de supervivencia, consiguió, después de numerosas operaciones y lentos procesos de rehabilitación, recuperar algunos movimientos hasta alcanzar una relativa autonomía.
También se narra la historia de los familiares de Christophe, que reaccionaron muy bien. La madre se propuso desde el primer momento guiar a su hijo por el sendero de la discapacidad y el dolor, viendo en el sufrimiento una participación en los dolores de Cristo: «Yo creía -opina- en un Dios que sufría, humillado, y que sabía por lo que estábamos pasando, y eso me reconfortaba».
Junto con el proceso de recuperación de Christophe se relata también la historia de Song Tak, un joven de Phnom Penh, la capital de Camboya, que sobrevivió al horror de los Jemeres Rojos y huyó a un campo de refugiados en Tailandia. Gracias a la ayuda de una fundación internacional, Song se trasladó a un hospital francés, donde coincidió con Christophe. Song estaba perdiendo la sensibilidad en sus piernas a causa de una compresión medular, y se estaba quedando paralítico. Después de pasar una temporada en Francia y otra en Estados Unidos, Song decide regresar a Camboya para ser útil a los demás y colaborar en la fabricación del pie de Jaipur, una prótesis inventada en la India que daba buenos resultados. El libro finaliza con el encuentro de Christophe y Song en las Paraolimpiadas de Barcelona de 1992.
Si el mensaje del libro hace ver cómo el dolor puede mejorar a las personas, hay algunos aspectos tangenciales que merecían una reflexión más ponderada, como el lugar que ocupa la sexualidad en la escala de valores de estos enfermos, asunto espinoso que algunos no acaban de asimilar. Sobran también algunos juicios del autor sobre la reacción de los padres de Christophe al conocer que su hijo vivía con una enfermera divorciada.
Pero lo más importante de este apasionado testimonio es ver cómo Christophe y Song descubren durante su dura enfermedad la grandeza de la preocupación por los enfermos desvalidos y el atractivo de la solidaridad humana. Sus experiencias con el dolor físico y moral son enormemente positivas y enriquecedoras. Como muy bien afirma un personaje de este libro, «hacer algo por los demás era una manera de luchar contra la desesperanza, una manera de conjurar el horror».
Adolfo Torrecilla