Con el apoyo de diferentes centros de enseñanza, hace un par de años se celebró en Nueva York un debate público entre Jürgen Habermas, Charles Taylor, Judith Butler y Cornel West sobre el papel de la religión en la esfera pública. Ahora Trotta publica en castellano las intervenciones de entonces, a las que se añade la transcripción de los diálogos y una larga entrevista con Habermas. Se trata, pues, de un texto de enorme interés no solo por el tema en sí sino también por la calidad y profundidad de los ponentes.
Habermas se muestra partidario de ampliar el concepto de razón pública y ofrecer a los creyentes la posibilidad de expresar sus argumentos. Pero es consciente de que los ciudadanos con creencias religiosas tienen que hacer un esfuerzo por traducir los contenidos de su fe a un lenguaje “secular”.
Siguiendo una perspectiva teórica que dio a conocer en su encuentro con el entonces cardenal Ratzinger, Habermas rebaja las pretensiones exclusivistas de cualquier modelo de racionalidad y subraya la complementariedad entre creencia y razón. Si, por un lado, la fe no puede permanecer ajena a la razón secular y, a juicio del pensador alemán, tiene que redefinirse, la razón secular ha de sentirse interpelada por el mensaje religioso. Solo por medio de un proceso de aprendizaje recíproco puede solventarse los potenciales conflictos.
La intervención de Taylor sugiere que la presencia de la religión en la esfera pública constituye una manifestación más del pluralismo de las sociedades contemporáneas. Aquellos que pretenden hacer de las creencias religiosas un “caso especial” revelan cierta obsesión laicista, ciertos prejuicios, afirma Taylor. Porque la senda por la que camina la democracia es la pluralidad de cosmovisiones tanto religiosas, como culturales, étnicas, filosóficas, etc. El argumentarlo laicista se basa, pues, en una distinción epistémica que, por cierto, se desvela también en los razonamientos habermasianos: hay una sola razón universal, la secular, y otra, distinta, epistémicamente inferior, que es la religiosa.
Por otro lado, también resulta interesante la crítica que realiza Taylor de lo que denomina el “fetichismo de los acuerdos institucionales”. Se refiere a la imposibilidad de concretar de forma categórica una posible solución a los conflictos con la religión en la esfera pública.
Las aportaciones de Butler y de West son más vaporosas. Butler escribe desde la identidad judía y con este presupuesto señala las diferencias en relación con la esfera pública que son propias del judaísmo. Asimismo se refiere a la tradición judía y a ciertos pensadores –especialmente Arendt y Benjamin– para revitalizar el ideal de cohabitación. Por su parte, Cornel West, al que no le falta histrionismo, retoma una concepción de la religión que se centra en la denuncia de la injusticia y de la opresión y que puede ser útil para descubrir el sufrimiento en un contexto competitivo y economicista.
Se trata, en definitiva, de un libro breve pero que revela hasta qué punto lo secular se encuentra con lo religioso y cómo las creencias religiosas pueden revitalizar nuestros contextos sociales y políticos.