Henry Handel Richardson es la escritora australiana Ethel Florence Richardson (1870-1946), que escribía con seudónimo para sortear los prejuicios de los lectores. Tenía también en sus novelas el deseo de disfrazar el tono femenino del relato.
El principio de la sabiduría (1910) fue su segunda novela y, excepción hecha de algunas frases aisladas de ligero aire misógino, es una novela femenina. La protagonista, Laura, es una adolescente que estudia en un internado para señoritas. Los hechos están basados en recuerdos de la propia escritora, que vivió interna entre los 12 y los 17 años en el Presbyterian Ladies’ College de Melbourne. La novela describe la vida escolar y las dificultades de relación de Laura con su propia familia y sus compañeras.
Laura es la hija mayor de una familia modesta. Su madre viuda, con gran sacrificio, decide enviarla interna a un colegio privado en el que se educan hijas de familias pudientes. Laura se encuentra incómoda en casa porque cada vez se entiende menos con su hermana y choca completamente con su madre (“El vestido, con el sombrero a juego, era del gusto de su madre y por lo tanto –Laura estaba segura– del gusto de nadie más”). Pero tampoco encaja bien en un colegio en el que las profesoras son distantes y las compañeras, presuntuosas.
El libro describe con acierto, sin complacencias, las dificultades de la protagonista: Laura se esfuerza en ser querida y admirada pero solo cosecha disgustos y malentendidos. Son también notables aciertos del libro algunas escenas de la vida escolar: un juicio disciplinario por robo, el auge y la caída de una mentirosa, la tensión al copiar en un examen…
El título de la novela está relacionado con el complicado itinerario formativo de Laura: El principio de la sabiduría es una novela de maduración. Quizá el título tiene también un sentido irónico, pues la narración critica la educación que recibían las chicas en esos colegios. En la conducta, el estilo educativo era muy rigorista; en la formación intelectual, la enseñanza era memorística, apta solo para que destacasen las que la autora llama despectivamente “inteligencias de libro de texto”.