“Este texto -escribe su autor en la introducción- pretende ser un diagnóstico de la situación actual de la enseñanza media en España a través de las escenas que, a diario, pueden presenciarse y vivirse en sus aulas, ofreciendo el panorama con el que cada día se encuentran los profesores”. José Sánchez Tortosa, escritor y profesor de Filosofía, tiene sobrada experiencia para saber de lo que escribe, lo que se nota en su estilo y en los ejemplos que salpican el libro.
Su diagnóstico no se limita a la descripción epidérmica de lo que está pasando ahora en las aulas. Para él, a los alumnos actuales “les faltan numerosas claves culturales esenciales para entender el mundo y sus manifestaciones”. La ausencia de referentes les lleva a ser esclavos de los tópicos, de lo que se dice en la tele y en los medios de comunicación, de lo políticamente correcto. Peor aún, incluso se suscita en ellos, sin base alguna, un rechazo hacia cuestiones de vital importancia, que los alumnos pueden llegar a considerar como un vicio reaccionario. Por eso, Sánchez Tortosa, con acierto, define a los alumnos actuales como “consumistas contra el consumo, capitalistas contra el capital”.
El análisis de Sánchez Tortosa coincide con el que ya han hecho otros autores, muchos de ellos docentes, que han mostrado su descontento con el rumbo que ha tomado la enseñanza en España desde la aprobación de la LOGSE. El profesor en la trinchera comparte muchos argumentos con Panfleto antipedagógico, de Ricardo Moreno; Los limites de la educación y La secta pedagógica, de Mercedes Ruiz Paz; y La enseñanza destruida, de Javier Orrico, libros que han tenido una excelente acogida entre los docentes.
No hace falta esperar años para ver las consecuencias de esta apoteosis de la mediocridad; además, los informes nacionales e internacionales como PISA están poniendo las cosas en su sitio, aunque los políticos se empeñan en mirar para otro lado: “Al estudiante cobarde le asusta la soledad del conocimiento y la inseguridad de la libertad y prefiere volver a la oscuridad de la ignorancia donde se sentirá arropado por sus colegas esclavos”.
Este ambiente no ha surgido de pronto. Por un lado, la sociedad manifiesta inequívocos síntomas de inseguridad sobre cómo educar a los ciudadanos; por otro, muchas familias han claudicado ante este ambiente y no saben qué hacer con hijos déspotas y caprichosos. Los profesores ya no se sienten modelo de nada y, además, padecen una crisis de autoridad, como describe el autor: “Un aula de secundaria es una batalla campal en la que el profesor queda relegado casi siempre al papel de mero observador de la OTAN sin la cobertura de los cascos azules, al menos hasta que los guardias jurados entren en las aulas, que todo se andará”.
No es el propósito del autor lanzar sin más soflamas apocalípticas sobre el mal estado de la educación española. Quiere describir y profundizar, con un diagnóstico que parece bastante acertado.