Salamandra. Barcelona (2006). 237 págs. 14,50 €. Traducción: José Antonio Soriano Marco.
Gaudé es uno de los escritores franceses actuales de mayor prestigio. En 2004 obtuvo el Premio Goncourt por esta novela. A la vez, goza del favor del público en las listas de ventas. Se dedica al teatro, estudió Letras Modernas y vive en París. Publica novelas desde 2002 (una de ellas, «El legado del rey Tsongor»; ver Aceprensa 167/03) y ha escrito seis obras teatrales.
«El sol de los Scorta» es una novela de expectativas, y conviene que el lector ande sobre aviso en este punto antes de hincarle el diente. Es precisamente esa expectativa, el dulce de una narración ágil, fresca y enérgica, la que engancha al lector desde las primeras líneas. Desde nuestro punto de vista, el autor plantea oportunidades narrativas y personajes que, o desaprovecha, o intensifica con un tono dramático repentino que no alimenta la historia y se queda en impulso. Simple chispa, pero nada más. Da la impresión de que los personajes, a quienes se intuye un tremendo calado, muchas posibilidades, están aún en el bosquejo y se quedan sin perfilar. Gaudé mantiene la tensión a fuerza del propio vigor de su narración, del sol, del terruño y del traicionero mar del sur de Italia, donde localiza su historia, y que sí que nos empapa.
La historia es la siguiente: a finales del siglo XIX, un bandido despechado y errante regresa al pueblo que le vio nacer -un pueblo pequeño, cerrado y fiel a sus tradiciones- para cumplir una íntima venganza. De su unión ilícita con una madura solterona, nacerá Rocco Scorta Mascalzone, cuyo nombre y estirpe estarán ya malditos y deshonrados para el resto de su vida y el de las generaciones venideras.
A favor de la novela de Gaudé debemos decir que es una propuesta distinta a lo que es habitual en el panorama que conocemos, y atrevida por su encuadre histórico y el uso vertiginoso del ritmo narrativo. Gaudé encara con soltura una exploración por los vericuetos más oscuros del alma humana, tocando la envidia, el odio, la amistad y la ira. Destaca el papel de la familia como refugio y salvación en un mundo, el de ese pueblecito italiano, terrible con quien se sale de la tradición. «Tú no eres nada, Elia. Y yo tampoco. Lo que cuenta es la familia. Sin ella, ahora estarías muerto y el mundo seguiría girando sin enterarse siquiera de tu desaparición. Nacemos y morimos. Y en el intervalo sólo cuenta una cosa. Tú y yo, por separado, no somos nada», dice Domenico en un momento de la novela.
Por lo demás, Gaudé utiliza un lenguaje frontal, que imprime ímpetu a la narración, y a que a veces por esa misma frontalidad puede resultar soez o descarado. El cura del pueblo, que va cambiando con el avance temporal de la historia, es un personaje fundamental, clave de unión entre la idiosincrasia del pueblo y los desheredados Scorta. El cura, unas veces comprensivo y piadoso, y otras injusto y cobarde, es la pieza sobre la que gira la moralidad del pueblo y de sus personajes.
César Suárez