Más tarde apareció Archipiélago Gulag (1973), que ahora se reedita (1). Este nuevo testimonio de Solzhenitsyn sobre el terror comunista en la URSS se convirtió en todo un símbolo, a pesar de los esfuerzos de una parte de la intelectualidad europea de izquierdas por desacreditar al premio Nobel de Literatura de 1970. Pero su alegato fue implacable y sacó a la luz lo que se presumía pero casi nadie decía: la existencia y la crueldad de los campos de prisioneros soviéticos, en los que el autor pasó ocho años, y donde pudo comprobar la estrategia del horror y la pedagogía de la humillación y de la despersonalización que caracterizaron al Gulag.
En esta misma línea y avanzando todavía más en la exploración de las atrocidades que puede cometer -y sufrir- un ser humano, se desarrolla la existencia y la obra de Varlam Shalámov, antiguo trotskista, víctima de las purgas de los años treinta. Shalámov conoció, entre otros lugares, Kolymá, una perdida aldea en el extremo oriental de Siberia, donde pasó diecisiete años, para encontrarse a su regreso a casa, en 1954, con que su mujer y su hija le despreciaban por considerarlo enemigo del régimen. Solo y enfermo, quiso dejar testimonio escrito de todo lo vivido en unas narraciones terribles, angustiosas, pero a la vez sobrias, realistas… y hermosas, si no fuera por la desesperanza que las empapa y que hace de Relatos de Kolymá una obra todavía más dura que Archipiélago Gulag, si bien mucho menos conocida. Traducida al francés hace casi veinte años, se ha publicado ahora en español (2).
En uno de estos breves relatos, el autor se expresa así: «Murió Derfel. Un comunista francés… Además del hambre y del frío, Derfel sufría moralmente: no se quería creer que él, un miembro de la Komintern, había ido a parar aquí, a un penal soviético. Y su horror hubiera sido menor si hubiera comprobado que no era el único en aquella situación… todos los demás con quienes había llegado al lugar, con quienes vivía y con quienes se estaba muriendo eran iguales que él… Un día el jefe de la brigada le dio un golpe, un simple puñetazo, sin más, para como quien dice mantener el orden, pero Derfel cayó al suelo y ya no se levantó. Murió de los primeros, fue de los más afortunados».
A modo de balance de la catástrofe comunista, apareció a finales del pasado año en Francia y se ha publicado hace poco en España El libro negro del comunismo (3). En él, sus autores, prestigiosos historiadores del Partido Comunista, y algunos de ellos antiguos militantes, exploran archivos no utilizados hasta ahora. Fruto del estudio de los documentos encontrados, así como de la utilización de otros materiales, consiguen hacer de esta obra una referencia imprescindible para entender la segunda mitad del siglo XX. Se trata, como ha llegado a decir algún crítico, de «guiar al lector por ese laberinto de terror, y levantar el primer plano global de sus diferentes estancias».
Los cien millones de muertos que trajo consigo la utopía leninista son un argumento nada despreciable para intentar poner en su sitio -y sacar las oportunas consecuencias- a esta ideología que se ha extendido, a lo largo de este siglo que termina, por prácticamente todos los continentes.
_________________________
(1) Aleksandr Solzhenitsyn. Archipiélago Gulag. Tusquets. Barcelona (1998). 824 págs. 3.900 ptas. Traducción: Enrique Fernández Vernet y Josep Mª Güell.
(2) Varlam Shalámov. Relatos de Kolymá. Mondadori. Madrid (1997). 510 págs. 3.300 ptas. Traducción: Ricardo San Vicente.
(3) Stéphane Courtois, Nicolas Werth, Jean-Louis Panné, Andrzej Paczkowski, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin. El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión. Planeta-Espasa. Barcelona-Madrid (1998). 865 págs. 3.400 ptas. T.o.: Le livre noir du communisme. Crimes, terreur, repression. Laffont. París (1997). Varios traductores.