Hacía ocho años que Amy Tan (Oakland, California, 1952) no publicaba una novela y esta última se ha convertido rápidamente en un best seller. El Valle del asombro se desarrolla en dos ciudades, Shanghái y San Francisco, y tiene como eje central la vida de las cortesanas chinas a principios del siglo XX.
Tan cuenta la historia de Violeta, hija de madre norteamericana y padre chino, que parte en busca de su pasado. Violeta narra su infancia en una refinada casa de cortesanas de Shanghái, en la que su madre, Lucia, era la class=»apple-converted-space»> madame. Allí crece entre cortesanas, una especie de prostitutas de lujo, mientras corretea por los salones observando cómo se cierran tratos, no solo comerciales, y busca a su padre en todos los hombres, mientras no se siente querida por su madre.
A los catorce años, ella misma se verá abocada a llevar este género de vida al ser vendida por el amante de su madre que, embarcada mediante un engaño en un barco camino de los Estados Unidos, no puede hacer nada para recuperarla.
La novela, que se sumerge en el mundo de tres generaciones de mujeres desde 1890 hasta 1939, habla de la historia de China, desde la caída del Imperio y los comienzos de la República, con una precisión meticulosa. Los personajes estelares de esta novela son mujeres en desigual lucha contra un mundo de hombres que esconden su constitucional fragilidad tras la violencia viril y el sometimiento femenino.
Para escribir la novela, Tan se ha documentado a fondo sobre el mundo de las cortesanas; un mundo sórdido y cruel a pesar de las finas sedas y el olor a perfume caro que se respira en sus salas. La propia autora reconocía recientemente en una entrevista que para escribirla investigó también mucho sobre sexo, pues su editor quería que apareciese como ingrediente fundamental. Alguno de los capítulos constituye un auténtico tratado sobre las geishas: desde las canciones, los poemas y los gestos que deben adoptar hasta cómo satisfacer los caprichos sexuales más disparatados de sus clientes.
En esta nueva novela, que recuerda la también exitosa Memorias de una geisha, Tan vierte algunas de sus obsesiones personales: el conflicto entre madres e hijas, la disparidad entre la cultura americana y china, el abandono y el rechazo a sus orígenes chinos. Y lo hace recurriendo a largos monólogos, algunos de ellos laberínticos, que confunden a los lectores. La novela no sorprende, pues el tema ha sido ya muy explotado.