De forma un poco inusitada para un novelista en lengua española, Mario Vargas Llosa se ha ido convirtiendo en un prolífico autor de ensayos y monografías de crítica literaria. Ciertamente en los libros que ha dedicado a autores tan dispares como Flaubert, García Márquez, Victor Hugo o José María Arguedas, ha ido desarrollando como de pasada sus ideas más conocidas acerca de la literatura y la política, sus dos grandes obsesiones.
Pareciera que cada vez que se ha acercado a otro escritor, ha encontrado en él una afinidad profunda con su modo de pensar y de concebir la creación literaria. Ahora le ha tocado el turno a Juan Carlos Onetti, cuyo centenario de su nacimiento se celebra este año. Desde fuera poco tienen que ver uno y otro escritor, ni ideológica ni literariamente. Las novelas trepidantes de acciones y enredos argumentales de Vargas Llosa no son muy parecidas a las abúlicas y nihilistas creaciones de Onetti, ni su estilo ágil le debe nada al barroquismo algo tortuoso del uruguayo.
Sin embargo, el punto de unión está en la común obsesión por un tema cuyas raíces hay que buscarlas en Cervantes, a saber, el deseo de los personajes (y de sus creadores) por vivir otras vidas diferentes de la suya. Esta inquietud, que para Vargas Llosa es intrínsecamente humana, lleva de forma infalible a la creación novelesca, que nos permite vivir imaginariamente otras vidas, ya sea leyendo o escribiendo.
Para quien no haya frecuentado la crítica de Vargas Llosa se tratará de un libro ameno y sugerente, y para quien no conozca a Onetti, una competente introducción. Sin embargo, es de lamentar que el peruano no haya sido capaz de proponer una interpretación personal -de hecho, él mismo confiesa no haber buceado a fondo en la bibliografía sobre el autor-, y que se haya limitado a exponer unas generalidades que no puedan deducirse de la lectura directa de Onetti.
Sobre todo, en mi opinión, Vargas Llosa no profundiza en un punto esencial: ¿por qué Onetti, tan descontento con la realidad cotidiana, elige para él y sus personajes, la invención de un mundo tan sórdido y siniestro como el de sus novelas y cuentos? ¿Qué sentido tiene imaginar una utopía repugnante cuando otros creadores de mundos alternativos, desde Cervantes a Tolkien, pensaron en novelas de caballerías y Tierras Medias atractivas? Al final del ensayo sugiere de pasada una explicación, la de que Onetti protesta así contra una sociedad sin valores, corrupta, que lo marginó por no plegarse a ella. Pero esta idea no se desarrolla lo suficiente como para convencer. Así, el conjunto da la idea de un ensayo introductorio, sin demasiadas pretensiones y muy por debajo de otros libros del autor.