Mondadori. Barcelona (2004). 238 págs. 17 €. Traducción: Javier Calvo Perales.
Coetzee, premio Nobel de Literatura (ver servicio 138/03), ha agrupado ocho textos independientes que ya había publicado con anterioridad y confecciona con ellos una novela. Las piezas pasan a ser conferencias dictadas por una anciana y famosa escritora que reflexiona sobre asuntos literarios y éticos. Con este material y la introducción de algunos personajes relacionados con ella, Coetzee va perfilando una personalidad sensible y comprometida, casi siempre en conflicto con su entorno. Ni estirando todo lo que da de sí el concepto de novela podemos designar como tal a este libro. El pequeño papel de Costello es un experimento de encarnación de ideas, un aderezo emocional en un libro básicamente intelectual.
Lo más interesante es la reflexión sobre la actividad literaria y la imagen que se ofrece de la vida de un escritor. Cómo se yuxtaponen la persona que es en realidad, la imagen que los demás forjan de él y la que él mismo proyecta en sus libros; su tortuosa relación con el mundo real (familiares, críticos, admiradores, estudiosos…); cómo puede afectarle escribir sobre el mal; la responsabilidad de ofrecer -si es que debe hacerlo- una guía ética para sus lectores, etc. Coetzee reflexiona inteligentemente sobre la mímesis literaria y la relación entre lenguaje y transmisión de ideas.
Dos muestras de reflexiones atractivas: una, el neohelenismo que propusieron los humanistas para reemplazar al cristianismo resultó una propuesta insuficiente; dos: no es necesario mostrar el mal obscenamente para saber que existe. La eficacia de las dos tesis queda sin embargo mermada porque la primera es presentada por una hermana de Costello, misionera católica, dibujada como fundamentalista e intransigente, y la segunda cuestión se aborda sólo o principalmente en su vertiente estética. Costello es vegetariana y dos conferencias están dedicadas a los derechos de los animales. Aparentemente el tema no encaja ni por los pelos con lo visto hasta ahora, pero sirve para demostrar el estilo de pensador de Coetzee (agresivo, documentado y pasional). Por último, se abordan las relaciones amorosas entre dioses y hombres y se acaba el libro con un ejercicio de estilo de evidente sabor kafkiano.
Elizabeth Costello es un conjunto de ensayos bien escrito y camuflado de novela, que se lee en su mayor parte con gran interés para un lector familiarizado con cuestiones literarias. Un capítulo incluye un breve pasaje erótico de mal gusto indicativo de la frivolidad con que Costello-Coetzee aborda las relaciones sexuales; y otro un comentario blasfemo, en apariencia inocente, pero ilustrativo del trasfondo laicista ilustrado que ya conocíamos en el Coetzee de anteriores novelas.
Javier Cercas Rueda