Elogio del individuo

Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg. Barcelona (2006). 237 páginas. 17 €. Traducción: Noemí Sobregués.

TÍTULO ORIGINALÉloge de l'individu

GÉNERO,

Tzvetan Todorov, nacido en Sofía (Bulgaria), profesor y director del Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje del CNRS de Francia, introduce este ensayo sobre la pintura flamenca del Renacimiento hablando de la grandeza y decadencia del retrato en la antigüedad. El primer retrato aparece ya en el arte egipcio cuando Akenatón decoró su palacio con escenas cotidianas. En Grecia y Roma, la imagen evolucionó tomando la vía conmemorativa (recuerda a los ausentes y es fiel), y también la glorificadora (celebra a su modelo y lo idealiza) con la finalidad de prolongar la existencia del retratado. Otras funciones, la amorosa y la contemplativa, suplantaron a las anteriores, y en el primer arte cristiano las pinturas se convirtieron en «las lecturas» de los analfabetos.

Tras un largo periodo en el que el retrato permaneció eclipsado, el autor perfila los cambios en el pensamiento y en la forma de vivir que propiciaron la revalorización de las personas y de cada objeto particular. Señala cómo el germen de los avances conseguidos dos siglos después se encuentra en el realismo de los detalles y los paisajes reproducidos, como se ve en la iluminación de manuscritos. Esta es ya una forma de individualidad.

Sitúa el Renacimiento en pintura durante la primera mitad del siglo XV en Italia, en Flandes y en Francia; sin embargo, no menciona el arte de la península Ibérica. Todorov distingue la individualización del mundo representado; la del propio acto de pintar, y su simétrica la del acto de percibir; cuyo exponente inicial fue la figura del donante. Para el autor, el descubrimiento del individuo se debe a «la búsqueda de una nueva forma que permita dar cuenta de experiencias también nuevas». Es alguien que intenta conocer el mundo por sí mismo, lo comprende y, en él, cada objeto obtiene su singularidad. La imagen resulta de una mirada; la subjetividad individual se introduce en el principio de construcción de la misma.

Teodorov sitúa la culminación de la nueva pintura en tres pintores que buscan imitar la naturaleza, complacer a los espectadores e instruir de forma diferente e introducen el mundo de los individuos en pintura. Recupera así a Robert Campin (1406-1445) poco conocido, para el que «la belleza sólo es otra manera de designar esa verdad» y desea mostrar las cosas como se presentan.

Todorov describe cómo Jan Van Eyck perfecciona la técnica de representación de objetos y materiales, en su preocupación por la verdad al reproducir lo visible, y nos sumerge en la contemplación de la pintura. Las obras de Rogier van der Weyden muestran el complejo equilibrio entre armonía formal, rigor teológico y exactitud realista, sometiendo este interés por la verdad a principios superiores. Para el autor, los artistas flamencos, al contrario que los italianos, «prefirieron buscar la belleza de cada cosa,.., descubrirla en su inimitable singularidad. La descripción llevada al extremo se transforma en elogio».

Teresa Herrera Fernández-Luna

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