Palabra. Madrid (2000). 286 págs. 2.100 ptas.
Mounier (1905-1950) es una figura singular que surge en el periodo de entreguerras, cuando quiebra el optimismo ilustrado por el progreso y se plantea una angustiosa duda sobre la capacidad moral de las naciones desarrolladas. Todavía padecemos la resaca de esa crisis espiritual, aunque haya perdido sus aristas por la placidez que nos ha aportado el crecimiento económico.
Mounier pertenece a ese grupo de autores que redescubre el valor de los principios cristianos a la hora de juzgar y de conducir las realidades sociales: la política y la economía. La apasionada pluma de Carlos Díaz, fundador del Instituto Mounier en España, sintoniza con los fuertes rasgos que animaban al pensador francés en su empeño por provocar una verdadera revolución espiritual, al renovar los principios inspiradores. Esta biografía rápida nos permite ver, bajo un prisma insólito, una época topificada de otro modo por la historiografía común. Contemplamos en vivo el nacimiento de un gran proyecto moral cristiano, y los esfuerzos y dificultades por conformar una realidad política y social siempre resistente a los ideales del espíritu, y en competición con fuertes ideologías.
Mounier se las tuvo que ver con el nazismo, con el posibilismo moralmente abdicante del régimen de Vichy, y con la tentadora y omnipresente presión cultural del comunismo francés. Sintió el desamparo de los más desfavorecidos y vivió con un gran aliento espiritual y cristiano. Hoy han desaparecido, como fantasmas, aquellas ideologías fascinantes y opresoras. La aguda crisis social ha sido suavizada por el desarrollo económico. La división entre las clases sociales se ha difuminado. Y las fronteras de la pobreza se han trasladado al panorama mundial. En un contexto tan distinto, los proyectos y los análisis políticos de Mounier han quedado quizá superados, pero vigen su aliento cristiano, su valiente testimonio, sus principios y su voluntad de construir la vida social sobre la idea cristiana del hombre, sobre lo que significa ser persona.
Juan Luis Lorda