En ausencia de Blanca

Alfaguara.
Madrid (2001).
138 págs. 9,02 €.

GÉNERO

Al igual que ya sucediera con Carlota Fainberg (ver servicio 11/00), Antonio Muñoz Molina reedita en forma de novela corta un relato que apareció publicado por entregas en un periódico. En pocas páginas, seleccionando lo más destacado, controlando las digresiones y suprimiendo las tramas secundarias, Muñoz Molina reconstruye la fascinación amorosa que su protagonista, Mario, un sencillo funcionario andaluz, siente por una mujer que pertenece cultural y socialmente a un mundo muy diferente, ansiosa de manera intermitente por lo que ella llama «grandes experiencias». Si la disparidad de caracteres aporta, al comienzo de la relación, la estabilidad necesaria para apoyarse el uno al otro, lentamente Blanca, una mujer un tanto desequilibrada y desconcertante, vuelve a caer en la pasión irresistible que siente por personajes que dicen encontrar en el arte moderno la clave para una existencia pletórica y singular.

Lo mejor es el retrato que Muñoz Molina traza del personaje principal, un ser más bien anodino y metódico, gris, campechano. También llama la atención el sarcasmo con el que Muñoz Molina describe la vida cultural provinciana, donde se fotocopian, a otra escala, los vicios de la capital. El tono de la narración es bastante realista, pero, al igual que en Carlota Fainberg, Muñoz Molina opta por el giro fantástico, dejando un final abierto que aumenta las posibilidades estéticas.

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