En el corazón de Kenia

Esther Toranzo

GÉNERO

Rialp. Madrid (1994). 199 págs. 1.800 ptas.

No es Isak Dinesen escribiendo desde Nairobi, pero Esther Toranzo también tuvo su aventura africana en Kenia durante 25 años. Y si la escritora danesa acabó perdiendo su granja para ganar lectores en todo el mundo, esta española contribuyó a sembrar iniciativas que siguen dando frutos en beneficio de África. Aunque, más que una aventura individual, es un testimonio del inicio del trabajo apostólico de las mujeres del Opus Dei en este país africano a partir de 1960.

Esther Toranzo, doctora en Derecho, que ha dirigido residencias universitarias en Londres, llega a Kenia en 1965. El país acaba de obtener su independencia en 1963 y necesita contar con kenianos bien cualificados que tomen el relevo de los británicos que se están yendo. Mujeres del Opus Dei contribuirán a esta tarea con dos instituciones dedicadas a la formación de la mujer: Kianda College, con la carrera de secretariado, y Kibondeni School, una escuela de hostelería con estudios de tres cursos.

Hoy día, estos centros gozan de un notable prestigio y han dado origen a otros, pero los comienzos no fueron fáciles. Basta pensar en algunos detalles que se dicen como de pasada: «El primer año de Kibondeni School fue duro: esas chicas pertenecían a familias con pocos recursos y habían vivido siempre lejos de las ciudades. Tuvimos que enseñarles bastantes cosas: a subir las escaleras -las subían al revés, de espaldas-, a usar el cepillo de dientes y la ducha, y a no perderse por la casa, como sucedió los primeros días». Normal: tampoco un europeo que aterriza en Kenia sabe qué hacer al encontrarse con una manada de elefantes en el campo.

Estas mujeres europeas trasplantadas en Kenia no sólo enseñan: también tienen afán de aprender de los kenianos, de conocer el país, de adaptarse a sus costumbres. Su tarea docente va envuelta en una oferta de amistad, cosa que sorprendía a sus alumnas. Así, «resultaba inaudito que una ‘teacher’ blanca visitase a las alumnas en sus casas para conocer a sus familias».

Esta capacidad de adaptación, de tratar a gente de todas las tribus y razas, de colaborar con personas de otras religiones, creaba un clima de amistad que también era una novedad para los propios africanos. «En Kianda Residence -cuenta Esther Toranzo- vivían chicas de tres razas y múltiples tribus, integradas en la Residencia y ayudándose unas a otras. Esto no ocurrió sin esfuerzo: fue costoso muchas veces; cada raza había tenido su área propia en la ciudad, sus propias escuelas, sus propios templos y clubs sociales».

En ese clima de amistad muchas africanas descubrieron la fe cristiana y no pocas se hicieron del Opus Dei. De modo que hoy son mujeres kenianas las que impulsan las iniciativas apostólicas en el país y las que han salido de allí para comenzar la misma labor en Nigeria, Zaire, Costa de Marfil y Camerún.

Con este testimonio -lleno de anécdotas, colorido y amor a Kenia-, Esther Toranzo logra transmitir la «nostalgia de África» incluso al que no ha estado allí.

Ignacio Aréchaga

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