Después de tres meses de navegación por el Mar del Norte, Donald realiza la última etapa de su larga travesía de Dinamarca a los Países Bajos. En el puerto de destino, Harlingen, le espera su mujer, Hagar, que ha preferido quedarse en tierra. Donald decidió embarcarse para dar vueltas a su futuro tras quince años trabajando en una empresa con una dedicación absorbente, pero con un futuro laboral incierto. El viaje es un sueño largamente deseado que Donald se plantea como un trimestre sabático, necesario para su estabilidad emocional. En su velero logra apartar la tensión de “la oficina, los tratos comerciales, las evaluaciones, los ingredientes inútiles de la vida”.
Además, ha conseguido que su mujer acepte que su hija de siete años recorra los últimos días de la travesía con él. Para Donald, es la parte más importante del viaje, pues consigue una intimidad muy especial con la niña, para que también ella, en contacto intenso con el mar y con él, pueda descubrir “que se puede vivir de otro modo. Que nadie tiene por qué convertirse en una marioneta”.
La narración se centra en las acciones y los sentimientos de Donald, en la intensidad psicológica con la que vive el viaje. Eso hace que confiemos en la perspectiva narrativa que se ofrece, que el lector identifica con la realidad: un viaje anhelado, un momento especial. Y también provoca que vivamos los angustiosos momentos que en un momento dado se describen en esta breve pero intensa novela sin plantearnos fisuras, sorprendidos por el devenir de unos hechos que, en su tramo final, adquieren sin embargo un significado diametralmente distinto.
Toine Heijmans (Nimega, 1969) es escritor y periodista. Esta es su segunda novela.