Un texto atípico, pero muy interesante: partiendo casi siempre de recuerdos personales, el cardenal español Julián Herranz ofrece estampas apasionantes de la vida de la Iglesia, y de la expansión del Opus Dei desde la segunda mitad del siglo XX. Permite reconstruir momentos decisivos de la historia reciente, desde la elección del Papa Juan XXIII, con la que arranca el libro, hasta la elección de Benedicto XVI en un cónclave en el que participa ya el propio autor, que había sido creado cardenal por Juan Pablo II en 2003.
El autor tiene profunda devoción por la escena del ciego de Jericó, que da título al libro. Bartimeo manifiesta con sencillez al Señor su deseo de ser curado: “Domine, ut videam!” Esta frase evangélica fue decisiva en la vida del fundador san Josemaría Escrivá, y Mons. Herranz la eligió también en 1991 como leyenda de su escudo episcopal.
Para quienes hemos vivido con uso de razón esa esperanzadora y dura etapa de la vida de la Iglesia, el documento del cardenal Herranz contribuye a revivir lecturas y experiencias personales de esos tiempos. Contiene mucha información sobre los grandes pontífices del siglo XX, el Concilio Vaticano II y el tiempo de posconcilio, así como sobre el itinerario jurídico del Opus Dei hasta la transformación en prelatura personal.
La objetividad del relato, en un terso castellano, se combina con escenas en que prevalecen sentimientos y emociones. No faltan detalles simpáticos relacionados con la gran afición del autor a la montaña, conocida por sus bellos Atajos del silencio, que Rialp reeditó no hace mucho.
Dentro del esquema histórico general, van saliendo ordenadamente los propios recuerdos. Sobre todo, destaca por su importancia el amplio número de escenas inéditas de la vida de san Josemaría y Juan Pablo II que aparecen a lo largo de estas páginas. A pesar de su profundidad y amplitud, se leen prácticamente de un tirón.