Mary Lavin (1912-1996) era una escritora desconocida hasta ahora por el público de habla española. Desde los diez años vivió en Irlanda y adquirió un profundo conocimiento del país, que plasma en este libro, compuesto de 16 relatos ambientados allí a mediados del siglo XX. Sus protagonistas son mujeres, pero no se trata propiamente de literatura femenina, ya que la autora refleja en estas páginas toda la complejidad de la condición humana.
La estructura del libro no es correlativa ni sigue un orden establecido; son piezas sueltas, historias diferentes con alguna temática común, como la inmigración o la viudedad –que la autora vivió en carne propia– y, lógicamente, cuestiones de gran calado como el amor, la decepción, el dolor o la alegría, esbozados con múltiples registros. Aun tratándose de tramas a veces ambientadas en atmósferas rurales o provincianas, su profundidad y amplitud las hacen universales.
Sorprende el nivel narrativo de estos relatos: ninguno desmerece, aunque destacan el que da título al libro por su bella perspectiva, y “Limonada”, por su potente simbolismo. Cada uno brilla con luz propia como un pequeño destello de existencia. Mary Lavin escribe con elegancia, humor a veces, un exquisito modo de ahondar en la psicología de los personajes y otorgando gran humanidad a sus criaturas literarias. Lo importante es la mirada o la perspectiva desde la que se descubren los diversos paisajes y retazos de vida. No hay grandes aventuras ni artificios: solo literatura construida con una esmerada técnica y una serie de historias con finales abiertos o entrecerrados, en algunos casos, pero siempre con alguna rendija para la reflexión del lector.
Hay quien ha dicho que se percibe en estos relatos cierto eco chejoviano en el dibujo de ambientes o en la dignidad de las gentes que desfilan por sus páginas.