Espasa. Madrid (1999). 272 págs. 2.900 ptas.
Javier Tusell afronta en esta obra el problema de la identidad de España en el contexto actual, marcado por el Estado de las autonomías y la transferencia de soberanía a favor de la Unión Europea. Su punto de partida es la constatación del retorno de los nacionalismos, algo que no todos consideran un hecho positivo. Pero, para Tusell, el nacionalismo que no adopta actitudes agresivas puede ser una realidad positiva y moderna. Mantiene, además, frente a lo que puede ser una opinión común, que la nación «propiamente dicha nace en el siglo XIX y en su mayor parte en su segunda mitad», por lo que antes de esa época sólo puede hablarse de «protonacionalismos» o sentimientos nacionales en formación.
Una vez precisados estos conceptos, pasa a aplicarlos a la historia de España y su primera conclusión es que sólo se puede hablar de España como nación a partir de la guerra de la Independencia. Antes es posible encontrar sentimientos «protonacionalistas» fuertes, pero no un sentimiento definido y estable de pertenencia. La historia española muestra una pluralidad muy fuerte y poco unificada, vigente tanto en la coexistencia de varios reinos en la península durante la época de la Reconquista, como en el Imperio cuasi federal de los Austrias. A su juicio, sólo a partir del siglo XIX es cuando el sentimiento de pertenencia a la nación española surge con fuerza y se intenta realizar un proceso de unificación de la lengua y la cultura. Sin embargo, a diferencia de otros países europeos, este intento tuvo que enfrentarse con esa pluralidad tan arraigada, por lo que sólo logró sus objetivos parcialmente y de manera algo contradictoria. Consiguió un cierto grado de homogeneización y de conciencia nacional española, pero a costa de fomentar por reacción otros nacionalismos (el catalán, el vasco, el gallego) que, a su vez, tampoco lograron imponerse de manera definitiva en sus territorios.
Este es el marco general desde el que España afronta sus años más recientes. Tusell analiza la actual Constitución y concluye que proporcionó las claves adecuadas para favorecer la transición política, pero fracasó parcialmente en el reconocimiento de la pluralidad. Por eso tuvo que producirse «una segunda transición» en la que la pluralidad fraguó en un Estado de las Autonomías con un contenido mucho más radical de lo que en principio se había pensado. Una fórmula con la que todo el mundo ha quedado medianamente satisfecho y, por lo tanto, medianamente insatisfecho. La satisfacción relativa proporciona el marco general de conviencia y paz en el que se mueve la sociedad española. La relativa insatisfacción es la que genera la crisis de identidad nacional ante las continuas reivindicaciones nacionalistas y la consiguiente disolución de los elementos comunes.
Para resolver esta situación, el autor propone ante todo una definición de España como «nación de naciones», que busca recoger conjuntamente la unidad y la pluralidad. Y, además, aboga por una serie de actitudes que favorezcan la convivencia, como la promoción de un «patriotismo de la pluralidad».
Juan Manuel Burgos