Este es un libro singular. Presentado a veces como de autoayuda, nada tiene que ver con ese género que, salvo excepciones, ofrece consejos obvios, casi siempre alrededor de la “autoestima”.
Terry Eagleton, su autor, es un conocido crítico literario y cultural, de formación marxista, pero que acude con frecuencia a santo Tomás de Aquino, demostrando un conocimiento más que notable de la teología cristiana, al menos en lo que concierne a la moral y a la teología de la historia.
En su ensayo, Eagleton separa netamente lo que entiende por optimismo, un fácil pensar –a menudo irracional– que todo irá bien, de la esperanza, que lo es precisamente en las situaciones trágicas y desesperadas. En el fondo, el libro parece un comentario a lo que san Pablo dijo de Abraham: “Tuvo fe esperando contra toda esperanza” (Rm 4, 18).
El estilo, a base de frases cortas –a menudo muy ingeniosas y sutiles– no acaba de emprender el vuelo de una argumentación sostenida. Son como piezas sueltas. Hay, por ejemplo, un capítulo entero dedicado a una crítica inteligente del monumental El principio esperanza, de Ernst Bloch, un intento, fallido, de insertar la esperanza como utopía en el materialismo dialéctico. También incluye un análisis muy afinado de la esperanza en esa obra capital de Shakespeare que es El rey Lear.
Aquí y allá se encuentran aciertos indudables. Un ejemplo: “Es la confianza de ser amados lo que nos permite asumir el riesgo de la fe que, al volver su rostro hacia el futuro, se funde con la esperanza”. O bien: “La esperanza solo le es dada a los humildes”, pensamiento que toma de san Agustín.
O finalmente: “Parecería que el drama de Shakespeare abona la doctrina católica de que la gracia perfecciona la naturaleza en vez de anularla. No hay salvación en la naturaleza humana por sí sola, pero en esa naturaleza anida su autotrascencencia (…) Por eso Nietzsche está equivocado cuando exhorta a sus lectores: ‘Permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales’. Al contrario, es el apego al presente lo que motiva la esperanza en un futuro distinto, de forma que ser fieles a lo que tenemos es confiar en su transfiguración”.
Como se ve, nada de fácil autoayuda sino una invitación seria a pensar más y mejor sobre esa realidad humana y cristiana de la esperanza.