Roma y, más en concreto la estación Termini, es el vértice de esta novela. Allí llega Brigitte, una refugiada procedente del Congo que ha huido de su país en circunstancias dramáticas. Viene exhausta, con el cuerpo y el alma doloridos, sin documentación ni dinero, y sin conocer a nadie, en los días más fríos del año y sin ropa de abrigo. Está asustada y no se atreve a salir de la estación, porque tampoco entiende el idioma. El relato transmite su miedo y la humillación que siente cuando se ve sucia y abocada a buscar restos de comida en las papeleras: ella, que –por ser enfermera– conoce las ventajas de la higiene y la limpieza.
Una historia dura como la de tantos africanos que, desesperados, arriesgan su vida para arribar a Europa. La novelista Melania G. Mazzucco (Roma, 1966) hace un relato realista y fidedigno que no resulta amargo, porque en los momentos más aciagos para Brigitte, cuando la angustia se le hace insoportable, aparece alguien que quiere ayudarle. Un hombre, más negro que ella, le habla y la invita a comer algo. Es un religioso, Frère Antoine, que la remite a un albergue. Desde entonces, la suerte de Brigitte irá cambiando.
Mazzucco escribe con viveza. Con un estilo ágil, emplea párrafos cortos en los que introduce diálogos breves, sin circunloquios ni exhortaciones. Tampoco expresa su opinión, ni enjuicia las causas del drama. Plasma lo que sucede, atroz a veces, con toda la fuerza emotiva, gracias a un acertado desarrollo argumental, que en el relato de los días de Brigitte en Roma intercala los recuerdos de sus últimos años en el Congo, llenos de vejaciones. Se trata de una novela sumamente realista, que cuenta hechos verídicos.
