El pasado agosto, Mons. Javier Echevarría cumplía el 50º aniversario de su ordenación sacerdotal, un excelente marco para presentar su último libro, cuando aún la Iglesia católica transitaba por el Año de la Eucaristía convocado por Juan Pablo II. Se trata de una obra que ejemplifica el carácter esencial de la Eucaristía para la existencia diaria del cristiano: la actualización incruenta del sacrificio de la Cruz se hace presente en todas las facetas humanas, con capacidad de transformarlas en realidades corredentoras. Se realiza así esa prolongación de la Misa diaria en el trabajo o en la familia que manifestaba por qué, para el Fundador del Opus Dei, el sacrificio del altar era centro y raíz de la vida interior.
Mons. Echevarría añade así una pieza decisiva a los escritos que ha entregado a la imprenta en los últimos años de su sacerdocio. Su «Memoria del Beato Josemaría Escrivá» (2000) es un testimonio fundamental para profundizar en el conocimiento del alma del Fundador. Sus «Itinerarios de vida cristiana» (2001) aportan unos jalones básicos para entender el significado de la llamada de Cristo a los hombres y mujeres del siglo XXI. Con «Getsemaní», el lector puede unirse a la cumbre de la oración de Cristo, al contemplar el momento inefable en que la más plena humanidad que se une a la voluntad divina del Padre.
Estos libros se dirigen al creyente, aunque, como toda palabra verdadera, puede herir las inteligencias y los sentimientos de cualquiera que se aproxime sin prejuicios, deseoso de conocer la trascendencia real que la persona y la doctrina de Cristo -ahora desde la Eucaristía- puede tener en la propia vida y en su compromiso con la humanidad. Se trata de obras que, ancladas en la más firme tradición, ocupan un lugar destacado en la biblioteca de la espiritualidad del siglo XXI.
Salvador Bernal