Paidós. Barcelona (2000). 302 págs. 3.200 ptas. Traducción: Mónica Salomón.
John Gray, profesor de Pensamiento Europeo en la London School of Economics, no es un intelectual de laboratorio. Sus artículos combativos en diarios tan dispares como The Guardian y The Times, y su corto romance con los conservadores durante la era Thatcher, dan al autor de Falso amanecer un predicamento innegable, y un tono iconoclasta que le permite zaherir sin miramientos el catecismo neoliberal.
La tesis central del libro es que la tendencia a la globalización económica no refuerza el régimen actual de laissez-faire mundial, «sino que lo está socavando». Y ello, debido a que el sistema no contiene ningún antídoto para los males que genera -veloz aparición y desaparición de industrias y de puestos de trabajo, especulación financiera de casino, ruptura de la familia, incremento de la delincuencia y de la inseguridad-, que, según Gray, acabarán creando contramovimientos políticos destructores.
Para no ser tildado de agorero o charlatán de Hyde Park Corner, Gray ofrece un florilegio de estadísticas sobre el desastre -económico, con paliativos, y socialmente incontestable- del actual modelo liberal anglosajón tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos.
Al apuntar a las raíces del problema, Gray no duda en pronunciar la palabra tabú: regular es lo natural; desregular, lo impuesto. «Los mercados con limitaciones -afirma- son la norma en toda sociedad, mientras que los libres mercados son producto del artificio, de la estrategia y de la coerción política».
El autor no se alinea, ni mucho menos, con la rancia corriente socialdemócrata, a la que considera aquejada de vicios como su insistencia en perseguir el pleno empleo a costa del déficit público, o un anacrónico sentido del Estado del bienestar. Gray apoya, en cambio, economías sociales de mercado, en las que las regulaciones se encaminen a respetar la dignidad de los trabajadores, el núcleo familiar y la idiosincrasia cultural de cada pueblo.
El profesor inglés no oculta sus simpatías hacia algunos de los modelos de desarrollo económico aparecidos en Asia, pero se muestra pesimista respecto a su futuro al considerar la pujanza de la cruzada globalizante desatada por Estados Unidos. La economía mixta ofrece mayor seguridad y estabilidad que el modelo de liberalismo salvaje anglosajón, pero no podrá resistir ante este en un contexto global, por falta de competitividad en sus costes de producción.
¿Qué hacer entonces? John Gray no sabe, o no contesta. Y, sin embargo, el tono general de su ensayo no destila el pesimismo paralizante que algunos de sus críticos han creído ver. Falso amanecer no ofrece ninguna reforma a corto plazo para evitar el diluvio. Pero la lucidez del análisis -en medio de una salva dialéctica siempre efectista- pone a salvo los principios básicos que deberá emplear, tarde o temprano, una economía entendida al servicio del hombre.
Francisco de Andrés