Segunda novela que se traduce al castellano de la escritora norteamericana. Como en Tantos días felices, el tema vuelve a ser el matrimonio y las relaciones familiares. Si allí nos encontrábamos con dos parejas empezando a construir un futuro juntos, ahora tenemos un matrimonio aparentemente perfecto, con hijos y buena posición social, que hace agua cuando la mujer emprende una aventura con un pintor.
Los Solo-Miller son judíos de clase media-alta neoyorquina que forman un grupo familiar altamente cohesionado. El hijo mayor es un abogado de éxito soltero e independiente, el menor está casado y sin hijos y lleva una vida original. Polly, la hija treintañera, está felizmente casada con Henry y tiene dos preciosos niños. Ella es jovial, tenaz, recta y muy competente socialmente. En la realidad, se siente poco atendida por un marido adicto al trabajo y pasa por encima de todas sus convicciones cuando conoce a Lincoln, un pintor bohemio que la enamora.
Toda la novela se centra en su lucha interior, en el combate entre la felicidad que cree haber encontrado y la confusión y la culpa que la intranquilizan todo el tiempo. Es una mujer inteligente que sabe que se está engañando con lo de “amo a los dos”.
Felicidad familiar es un retrato realista de las consecuencias de la infidelidad, una mentira que convierte las cosas “en un paisaje donde todo está torcido”. Colwin vuelve a mostrarse habilidosa para el retrato de costumbres de las clases acomodadas y sostiene con solvencia diálogos y situaciones. Probablemente, los personajes de Tantos días felices estaban más conseguidos, pero aquí se muestra mejor la importancia de trabajar día a día para llevar a buen puerto cualquier historia de amor.